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Juan Pablo II defiende la dignidad de los ancianos

Por Alba RodríguezTiempo de lectura2 min
Sociedad10-04-2002

Con motivo de la II Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento que se ha celebrado en Madrid, Juan Pablo II ha enviado una carta a José María Aznar, anfitrión del evento. Los ancianos no deben ser considerados "un peso" para la sociedad, sino "un recurso que puede contribuir a su bienestar", declara el Papa en la misiva.

Juan Pablo II, de 81 años de edad, dice sentirse cercano a este colectivo "no sólo por solicitud sino por compartir personalmente esa condición". Juan Pablo II recuerda además en esta carta que la Iglesia siempre les ha mostrado su apoyo promoviendo iniciativas propias y colaborando con las autoridades. En el texto, escrito en español, el Papa destaca que "es necesaria la inserción efectiva del anciano en el entramado social, utilizando la aportación de la experiencia, conocimientos y sabiduría que puede ofrecer". Para el jefe de la Iglesia católica, los ancianos no sólo pueden dar testimonio de otros aspectos de la vida -como los valores humanos y culturales, morales y sociales- que no se miden en términos económicos o funcionales, sino que también pueden ofrecer una aportación eficaz en el ámbito laboral y en el de la responsabilidad. El Papa subraya asimismo que la sociedad actual tiene que asegurar a los ancianos una asistencia rica en humanidad e impregnada de valores auténticos y pidió que se ayude a las familias para que puedan afrontar su responsabilidad. Por otra parte, añade que hay que replantearse los proyectos de sociedad y garantizar la seguridad y la calidad de vida de los ancianos. "La dignidad de persona no merma con el pasar de los años y el deterioro de la salud física y psíquica", declara el pontífice en la misiva. Para solventar la actual situación en la que se ven envueltos algunos ancianos que cuando llega la vejez y las enfermedades crónicas se sienten un peso inútil y llegan incluso "a desear y solicitar la muerte", Juan Pablo II ha propuesto la implantación de "programas formativos destinados a educar a las personas para la ancianidad durante toda su existencia, haciéndolas capaces de adaptarse a los cambios, cada vez más rápidos, en el modo de vida y de trabajo". En esa línea, el Papa considera que se debe potenciar la medicina paliativa y la colaboración de voluntarios, así como la responsabilidad de las familias.