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CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

Estar sin haber llegado

Fotografía
Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión08-04-2002

De la verdad se huye con el corazón. Los postmodernos preguntan si hay más verdad que los sentimientos: permiten un intrusismo personal que jamás disculparían en su trabajo. La verdad es patrimonio de la inteligencia, aunque muchas razones del corazón se lo discutan al sabio Pascal. De la verdad se huye, diría Madre Teresa, con el orgullo. Los modernos ilustrados pensaron que podrían meter al mundo en sus categorías, dominarlo, conocerlo a la perfección, sentirse seguros de sí y amos de la realidad. Pero la realidad no es patrimonio de la inteligencia, aunque la clave poética del mundo se le antoje matemática al sabio Pitágoras. Modernos racionalistas y posmodernos sentimentalistas -por reacción- reducen la realidad a reglas rígidas o se seducen según sensaciones solubles, se agotan en percepciones sesgadas del mundo, de sí mismos, hasta convertirse en personajes planos que nacen, se reproducen y mueren en películas -vidas- de serie B. ¿Dónde queda la tensión propia del hombre, la lucha entre razón y corazón, materia y espíritu, esencia inmutable y accidente mudable, verdad metafísica y realidad existencial, pensar el bien querido y obrar el mal no querido? El hombre contemporáneo ignora su propia tragedia, la de haber olvidado su ser en tensión. Vivir es sentirse vivo, sentirse vivo es buscar y seguir el camino, el camino es una curva en tensión entre cuna y corona, origen y destino. El rey gana la corona en la cuna y el destino de Ulises es retornar al origen (Ítaca), pero es necesario el camino. Caminar para llegar donde estamos es un razonamiento en tensión, parece un absurdo, pero es constatable; parece contradictorio, pero es complementario; se escapa a la inteligencia sola y al corazón puro, pero, puestos corazón y razón en tensión, es un razonamiento que aparece como profundamente humano.