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CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

Educar en el límite

Fotografía
Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión18-03-2002

El hombre moderno y posmoderno se considera inocentemente un ser sin límites. Perdió del todo la conciencia del límite cuando mató a Dios. Ya lo glosó el Zaratustra de Nietzsche en la plaza pública: “Habéis matado a Dios”. Sólo matando a Dios, el hombre puede hacerse Dios. Esta ruptura del límite se extiende como el cáncer a todos los ámbitos. “La libertad de uno acaba donde empieza la del otro”, principio de guerra: matemos al otro para que nuestra libertad no tenga límites. ¿Y los límites de la clonación, la manipulación de embriones, el aborto, etc? Los marca la materia -la técnica- y no el hombre -la ética-. Los totalitarismos del XX y, en España, la dictadura, tiñeron de rojo la inmaculada y pedagógica palabra “autoridad”. Y manchada la han dejado hoy los retrógrados, reaccionarios y resentidos anclados en el pasado (todavía gran parte de la izquierda española). Y manchada se la legaron a sus hijos. La autoridad les suena a límite y el límite a autoridad, ambas despreciables. Hasta la economía -otro principio clave en pedagogía-, les suena aún a la ciencia de la opresión de los ricos sobre los pobres. El 60 por ciento de los estudiantes de secundaria nunca han sido castigados ni obligados a nada por sus padres: he ahí el resultado de la anulación de la autoridad y el límite, de la permisividad absoluta que no tiene mejor símbolo que la LOGSE: suspende sin problemas, que pasarás de curso. Más datos arrojan las conclusiones de Manuel Álvarez, investigador en Pedagogía en la UCM: los alumnos que mejores notas sacan no son los más dotados, sino aquellos a los que se les obliga a estudiar en casa (cae el mito de la reválida como discriminación entre listos y tontos). Y viceversa: los de peores notas -entre ellos algunos de los alumnos con más capacidad- jamás han sido obligados a nada por sus padres. Álvarez comenta otro dato significativo: el cien por cien de los padres de los alumnos con mejores notas respondieron al cuestionario sobre educación que se les pidió en la investigación. Apenas el 20 por ciento de los padres de los hijos con peores notas lo hizo. ¿Mide eso la preocupación o la ocupación que dedican a la educación de sus hijos? Me recuerdan a Rousseau: ¡Que les eduque el Estado! Entre tanto debate sobre la Ley de calidad, muchos olvidan que la escuela sólo ofrece al estudiante de secundaria el 18 por ciento de su socialización -educación- total. El otro 72 por ciento viene de padres, televisión y grupos de socialización tan cultos como ese sindicato de estudiantes que siente una amenaza “ha nuestro futuro” -sí, con “h” - en estos últimos meses. Grupos de socialización que, si de veras andan preocupados por la educación, deberían lavar la idea de autoridad y del límite y mostrarlas de nuevo inmaculadas, auténticas, portadoras de la luz necesaria para alumbrar al ciego, al sin luz, al a-lumno.