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SIN CONCESIONES

No quiero a Mourinho

Fotografía
Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura2 min
Opinión24-05-2010

José Mourinho es el hombre de moda. Pero a mí no me gusta. Su manera de trabajar, de afrontar la vida y de tratar a los demás no va conmigo. Tampoco casa con el estilo, el señorío y las buenas formas que siempre distinguieron al Real Madrid. Estas son las virtudes que prometió proteger Florentino Pérez cuando llegó por primera vez a la Presidencia del mejor club de fútbol de la historia. Pero son las mismas que ahora parece olvidar con el fichaje de Mourinho como nuevo entrenador. El portugués puede enterrar en cuestión de meses la clase que el equipo merengue ha acumulado a lo largo de más de un siglo. Su llegada amenaza los valores que encumbró don Santiago Bernabéu, al que sin duda le daría un soponcio si levantara la cabeza. Sin duda, saldría de la tumba para regresar al Paseo de la Castellana y echar a patadas del palco a Florentino Pérez. Los aficionados y, sobre todo, los socios no deberíamos permitir algo así. La mayoría está claramente en contra de la llegada del portugués, aunque haya ganado la final de la Liga de Campeones en el mismísimo Bernabéu. Habría que organizar una protesta masiva a las puertas del estadio contra el totalitarismo que se practica en el club. A los que no están de acuerdo con el presidente -como Raúl González- se les arrincona en el banquillo con la excusa de que está acabado pero ahora pretenden fichar en Italia a golpe de talonario a jugadores con la misma edad que el delantero español. Si los aficionados y, sobre todo, los socios tuviéramos un poco más de memoria, no permitiríamos algo así. Florentino Pérez regresó sólo hace un año a la Presidencia con la promesa de crear un gran equipo que jugara bien al fútbol. Ahora, renuncia a su compromiso al fichar a Mourinho, que ante el Barça jugó las semifinales 90 minutos encerrado en su área y luego alzó campeón de Europa al Inter de Milán con un porcentaje de posesión del 33 por ciento. ¡Campeón... del aburrimiento! Florentino pretende hacer lo contrario de lo que siempre dijo y de lo que siempre rigió sus principios. Lo hace, además, en contra del público, de los socios y de los aficionados. Se comporta como otro presidente español que también va dando tumbos sin tener claro su destino y sin importarle las consecuencias que su errática política tiene tanto para el conjunto del país como para más de cuatro millones de parados. Los dos son maestros de la demagogia y de la propaganda. Son expertos en gastar y gastar el dinero a pesar de que los hechos demuestran que el éxito se consigue únicamente con esfuerzo, trabajo... y más trabajo.