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ANÁLISIS DE DEPORTES

Muerte e incongruencias en el Rally Dakar

Fotografía
Por Alejandro G. NietoTiempo de lectura2 min
Deportes03-01-2010

Apenas ha dado el Rally Dakar sus primeros pasos y ya se ha cobrado una nueva víctima. Natalia Sonia Gallardo, una joven argentina de 28 años, falleció a causa de un cúmulo de fatales casualidades. Fue fortuito que al alemán Mirco Schultis se le descontrolara el vehículo en ese preciso punto del recorrido. Y fue imprudente que Natalia, junto con otros espectadores, se encontrara en ese justo lugar, fuera de la zona habilitada para los espectadores. Parece que el aumento de las medidas de seguridad nunca es suficiente. El Dakar sigue cobrándose víctimas a un ritmo de casi dos fallecidos por edición y los esfuerzos por evitarlo resultan en vano. Las características propias de la prueba la definen como una carrera peligrosa e imprevisible. Resulta difícil adivinar dónde se podrá cruzar un animal perdido o dónde te encontrarás con un socavón cuando tu moto rueda a velocidades de vértigo. Lo que sí se puede controlar mejor, en lugares civilizados como Argentina y Chile, es el flujo del público. Pero ni siquiera los 2.000 agentes de seguridad situados a lo largo del recorrido pueden evitar que, en un punto determinado, a los espectadores, siempre excesivamente curiosos, les dé por abandonar la zona que, por su integridad física, se les ha habilitado. Al leer estas noticias uno se pregunta qué necesidad existe de correr estos riesgos. Es decir, de disputar un rally que, por mucho que se trate de mejorar, siempre acaba con alguna tragedia. 55 muertos es una cifra que debe despertar reflexiones. ¿Vale la pena organizar ese espectáculo anual a cambio de la vida de dos personas? Es, más o menos, la duda que le asalta a uno cuando oye que han muerto varios alpinistas en el Himalaya. ¿Compensa jugarse la vida y la de quienes tengan que arriesgarse para rescatarte por el simple hecho de querer coronar una montaña? Lo cierto es que, si ya el Dakar ha perdido un atractivo enorme desde que abandonó África, noticias como esta le hacen perder todavía más sustancia. Por no decir que todavía hay muchos espectadores incapaces de concebir que un rally que se llame “Dakar” se dispute en Argentina y Chile, a 7.000 kilómetros de distancia del mítico Lago Rosa. La esencia de la prueba se está perdiendo. Y su interés y credibilidad, también. Los organizadores necesitan empezar a buscar alternativas si quieren asegurar la supervivencia y el éxito de una de las pruebas más emblemáticas en el mundo del motor.