Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

SIN CONCESIONES

Un palo y mil astillas

Fotografía
Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura2 min
Opinión24-12-2001

De tal palo, tal astilla. Eso es lo que dice el dicho. Pero, como todo, éste tiene su excepción. Nicolás Redondo fue el máximo dirigente en su día del sindicato UGT. Quizá por eso muchos pensaron que a su hijo, Nicolás Redondo Terreros, le esperaba un futuro próspero como político en el Partido Socialista de Euskadi (PSE). Se equivocaron. Al final, ha tenido que dimitir. No le ha quedado otro remedio. Él asegura en público y en privado que lo hace para ser reelegido y salir reforzado en su postura. Pero, en realidad, Nico está cansado de luchar contra corriente. Tiene tantos enemigos dentro de su partido como fuera. O alguno más. El único que le ha apoyado, comprendido y animado siempre es Jaime Mayor Oreja. Por si no lo saben, el líder del Partido Popular en el País vasco ha encontrado en el hijo del mítico Nicolás Redondo al aliado perfecto para divulgar sus ideas en Euskadi. Quieren más España a la vez que más País Vasco. Quieren más prosperidad para su Comunidad sin terrorismo, sin autodeterminación y sin reformas constitucionales. Ambos quieren lograr la Paz pero sin chantajes y sin contraprestaciones. Por eso se oponen, entre otras cosas, a la complicidad y el silencio del PNV. Ambos están en lo cierto. Pero ninguno de los dos se ha percatado todavía de que la verdad siempre riñe con la política. Al contrario que Xabier Arzalluz y Juan José Ibarretxe, ellos son buenas personas pero no buenos políticos. No saben mentir. La demagogia de los peneuvistas supera el discurso moderado y coherente de los candidatos de PSE y PP. Algunos de sus propios compañeros, como Odón Elorza, se han dado cuenta y han optado desde hace tiempo por un discurso fácil y ambiguo para ganar adeptos. Igual que Javier Madrazo o sus colegas de Gobierno en Ajuria Enea. Todos ellos son hijos del nacionalismo vasco y, como astillas, actúan conforme a lo que dicta el palo.