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CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

Educar para no castigar

Fotografía
Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión10-12-2001

"En el colegio me enseñaron a estar con los brazos cruzados, y sería una exageración asegurar que esto me ha producido después mucho beneficio". Así se expresaba Noel Clarasó al hablar de su educación. No es el único en golpear duro a la institución escolar. André Maurois aseguró que "no vamos al colegio para instruirnos, sino para impregnarnos de los prejuicios de nuestra clase, sin los cuales seríamos gente peligrosa y desgraciada". Parece que la educación para todos garantizada por el Estado sobre la que tanto teorizó Jean-Jaques Rousseau nunca ha sido muy bien vista por los intelectuales. Quizá si el filósofo francés se hubiera preocupado alguna vez por verificarla... pero la única anécdota que nos ha llegado de él relacionada con un niño la relata Delacroix, y habla de un Rousseau amenazando a un chiquillo con su bastón, ya que el malandrín había cometido la infamia de golpearle en la pierna, sin querer, con su balón. Paul Johnson llega a insinuar de él que propuso que el Estado se ocupara de la educación de los (sus) hijos para no tener que hacerlo él... y por cómo los abandonó, parece más que probable. A las improbadas teorías justificatorias del francés contestó el humor de Mark Twain: "Nunca he dejado que mi instrucción escolar interfiera en mi educación". En efecto, la educación y la cultura son algo perfectamente diferenciable de la instrucción y del colegio. Ya lo decía Séneca: "No aprendemos gracias a la escuela, sino gracias a la vida". Y después de hojear un par de periódicos de la semana pasada -no los nombraré para no mancillar los nombres de los citados hasta ahora- parece que ni la escuela ni la vida están para enseñar nada a nadie. En Brasil, un 56 por ciento de los chicos de 15 años son incapaces de comprender apenas nada de lo expresado en un texto. En los países con mejor escuela, sólo uno de cada 10 es capaz de entenderlo a la perfección. Y las páginas de la vida nacional e internacional nos hablan de las muertes, secuestros, bombardeos... Visto el panorama, sólo queda el ámbito privado y la educación personalizada -y eso apenas puede darse en otro sitio que no sea la familia- para tratar de salvar la noble idea de Pitágoras: "Educad a los niños, y no será necesario castigar a los hombres". Pero, ¿quedan padres capaces de EDUCAR a sus hijos?