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EE.UU.

El escudo antimisiles tensa las relaciones entre Washington y Moscú

Fotografía El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, durante su visita a Europa

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, durante su visita a Europa

Por Miguel MartorellTiempo de lectura4 min
Internacional10-06-2007

Comenzó como el rosario de la aurora y, de momento, no hay un final como para que ninguno de los dos bandos en litigio coma perdices. El escudo antimisiles que EE.UU. planea construir en el Este de Europa ha llevado la tensión entre Washington y Moscú a unos extremos que a muchos les ha recordado la Guerra Fría. Sin embargo, y afortunadamente, los tiempos han cambiado y parece que, al menos ante el público, tanto Rusia como EE.UU. tienen voluntad de entenderse.

Dicho acercamiento entre el presidente estadounidense, George W. Bush, y el jefe de Estado ruso, Vladímir Putin, es uno de los mayores logros que se han conseguido dentro de la cumbre del G-8, que se celebró la semana pasada en la localidad alemana de Heiligendamm. En un lujoso balneario de dicha ciudad, la canciller alemana, Angela Merkel, recibió a los líderes de los otros siete países más industrializados del mundo: Rusia, EE.UU., Italia, Canadá, Japón, Francia y Reino Unido. En dicho marco y en contra de lo esperado inicialmente, los países del G-8 consiguieron llegar a un acuerdo para reducir a la mitad la emisión de gases de efecto invernadero para 2050 y tratar de hacer frente de forma eficaz al cambio climático, lo que fue motivo de gran alegría por parte de Merkel, que se había postulado como abanderada contra el cambio climático en dicho encuentro. Tras los desacuerdos entre los ocho países, provocados fundamentalmente por la negativa de EE.UU. de firmar un compromiso firme para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, el pacto se selló con la premisa de reducir los niveles de emisiones en un 50 por ciento para 2050 con respecto a los niveles de 1990, marco de referencia en las negociaciones. Guerra Fría, II Parte Sin embargo, lo que centró la atención de todos los medios fue el acercamiento entre Bush y Putin. Las tensiones por la construcción del escudo antimisiles venían de lejos, pero se habían hecho más evidentes en los últimos tiempos, cuando Moscú congeló el Tratado de Armas Convencionales firmado en la década de 1990 como forma de respuesta a lo que entendía como una intromisión de Washington en sus fronteras. El hecho de que Polonia albergue los silos de los misiles del escudo y la República Checa los radares de dicho sistema, es visto por Rusia no sólo como una aproximación sin precedentes del armamento estadounidense a sus fronteras, sino como una auténtica invasión de lo que hasta hace apenas dos décadas era su área de influencia. De hecho, en una muestra de que la tensión dialéctica iba in crescendo Putin llegó a amenazar con situar a sus tropas en la frontera con Europa y apuntar sus misiles hacia el viejo continente si EE.UU. continuaba con la construcción del escudo antimisiles y el jefe de Estado y su Gobierno no dudaron en hablar de una vuelta a los tiempos de la Guerra Fría. La semana pasada, Bush respondía a Putin. “La Guerra Fría ha terminado”, proclamó Bush en una declaración obvia que acompañó de una llamada al jefe de Estado de Rusia. “Mi mensaje será, Vladímir -yo le llamo Vladímir- no deberías temer un sistema de defensa de misiles. De hecho, ¿por qué no cooperas con nosotros en un sistema de defensa de misiles? ¿Por qué no participas con EE.UU.?”, señaló. Azerbaiyán, punto de encuentro Y dicho y hecho. En la Cumbre del G-8, para sorpresa de todos, el presidente ruso ofrecía que Azerbaiyán se convierta en la sede del radar del escudo antimisiles. “Es una interesante propuesta, dejemos que nuestros expertos la estudien”, respondió Bush a Putin, según informó Stephen Hadley, asesor del presidente estadounidense, que durante su comparecencia conjunta con el presidente ruso se limitó a señalar que éste aportó “alguna sugerencia interesante”. Ambos líderes acordaron continuar las discusiones sobre este asunto en unas conversaciones que comenzarán el 1 de julio en Kennebunkport (Maine) en la residencia de la familia Bush. “Ambos estuvimos de acuerdo en mantener un diálogo estratégico”, afirmó Bush, subrayando que “ésta es una cuestión seria”. Por su parte, Putin aseguró que la relocalización hará innecesario situar los “complejos ofensivos a lo largo de la frontera con Europa” y sugirió que Moscú participe en el programa estadounidense, que ambas partes tengan acceso a todas las instalaciones y que el desarrollo del sistema sea “transparente”. “Entonces no habrá ningún problema”, afirmó Putin, que también reclamó que Estados Unidos no siga adelante con la construcción del escudo antimisiles mientras las negociaciones con Rusia están en marcha. “Esperamos que estas consultas no sirvan para encubrir una acción unilateral”, señaló. Además, recalcó que uno de los beneficios de los radares en Azerbaiyán sería que se podría cubrir todo el territorio europeo, y no sólo una parte, además de que los restos de los misiles caerían sobre el Mar Mediterráneo y no sobre el continente. Azerbaiyán dispone de una instalación de radar -que serviría para el Escudo Antimisiles- en Gablá, a 250 kilómetros de Bakú, la capital (a unos 150 kilómetros de la frontera Norte de Irán) desde 1985, cuando fue construido bajo la ocupación de la Unión Soviética.