SIN CONCESIONES
El alzheimer de la Transición
Por Pablo A. Iglesias2 min
Opinión24-03-2014
Cuando la familia de Adolfo Suárez anunció hace una década que tenía alzheimer, sonaba a paradoja. El primer presidente del Gobierno de la democracia no recordaba su propia gestión. En un país de memoria frágil para la Historia y de facilidad para el reproche, la enfermedad del estandarte de la Transición parece una metáfora del sinuoso y temerario sendero en el que España está inmersa desde que a Suárez comenzaron a morírsele una a una las neuronas. Otros dirigentes políticos contemporáneos, sin enfermedad conocida, olvidaron hace años el legado de los padres constituyentes. Y así nos va en estos momentos... Sobran los epítetos para Adolfo Suárez porque todos están escritos. Pero jamás debemos olvidar que el Rey le escogió a él entre los guardianes del régimen franquista para pilotar el proceso de transición a la democracia. Suárez llevaba el volante pero las órdenes las daba el copiloto don Juan Carlos. El presidente del Gobierno siempre antepuso el bien común a sus intereses personales y políticos. Se marchó por la puerta de atrás y los españoles le castigaron en las urnas cuando trató de recuperar el poder. Hoy le aplauden y le ensalzan hasta los comunistas e independentistas porque sin las reformas de Suárez ahora no podrían promulgar sus tesis en el Congreso de los Diputados. El eterno presidente trabajó única y exclusivamente para asentar la democracia en España e implicar a todos en ella. Y lo hizo con la Constitución de 1978, esa que muchos llevamos inscrita con la sangre de nuestra generación y que algunos se empeñan en destruir. La mayor gloria de Adolfo Suárez no es su persona, pese a la bondad y altura de miras que siempre demostró. El éxtasis es su obra, su legado político en forma de acuerdo de la Transición y su herencia para la convivencia plasmada artículo a artículo en la Carta Magna. No se puede ni se debe cuestionar la talla política de Suárez ni mucho menos su generoso regalo a las generaciones venideras. La Constitución es ese marco en el que todos los españoles se encontraron en 1978 y del que algunos quieren irse ahora. Sería una deslealtad y una irresponsabilidad. Pero también una ofensa a la obra de la Transición que Suárez fraguó, aunque en sus últimos años de vida no lo recordase. Los ciudadanos debemos hacerlo por él porque, sin gente como Suárez y el Rey, España no sería la democracia que es. El alzheimer puede matar a un presidente del Gobierno pero no debe apoderarse de un país porque no hay peor enfermedad para la conciencia colectiva.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito