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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Gestos elocuentes, compromisos vagos

Fotografía

Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura3 min
Internacional18-06-2018

Por fin se produjo la reunión entre Donald Trump y Kim Jong-un. Después de unas semanas de incertidumbre, incluso en las que el presidente estadounidense llegó a cancelar la cita, ambos mandatarios se encontraron en Singapur. Las oportunidades hay que aprovecharlas, y esta, sin duda, es histórica. No conviene olvidar que hace siete meses, Corea del Norte y Estados Unidos mantenían una tensión tanto en los discursos como en la diplomacia que hacía presagiar un fatal desenlace en la península coreana, y con consecuencias en el resto del planeta.

En los 70 años de historia de Corea del Norte, muy pocas veces se ha visto a uno de sus líderes con una posición tan dialogante hacia el exterior. Este hecho merece la pena ser tenido en cuenta y escuchado, como ya hizo el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, cuando el pasado abril se reunió con Kim Jong-un en la frontera intercoreana y se acordó un proceso de normalización de relaciones, en la medida de lo posible.

Después del acercamiento norcoreano y surcoreano, la nueva relación entre Kim y Trump es muy importante, pues Corea del Norte y Estados Unidos han estado enfrentados desde que se produjo la Guerra de Corea (1950-1953). Esta dividió la península y provocó que el norte abrazara el comunismo y el sur iniciara una transición hacia la democracia y el capitalismo.

La reunión entre Kim Jong-un y Donald Trump muestra una imagen importante y que, a pesar de las diferencias, es mejor buscar puntos en común que enzarzarse en una guerra de declaraciones en las que Kim llama a Trump "viejo chocho" y Trump llama a Kim "señor misil gordito". Precisamente, el carácter de ambos mandatarios puede contribuir a ese acercamiento y a la buena sintonía. Ambos son egocéntricos, prepotentes, políticamente incorrectos y tienen éxito en lo que hacen, cada uno en su ámbito y circunstancias.

Kim Jong-un ya ha conseguido su principal objetivo: mantener el régimen. Para ello, ha desarrollado un arsenal militar, incluso nuclear, con un enorme poder de disuasión y ha mandado un mensaje contundente a sus adversarios: en caso de ser atacado va a morir matando. Ahora, Kim quiere explorar otras vías y busca relanzar la maltrecha y casi paupérrima economía norcoreana, mejorar la vida de la población y para ello necesita abrirse al mundo y establecer relaciones más allá de las que mantiene con Rusia y China.

Evidentemente, en toda negociación ambas partes tienen que ceder en alguna de sus pretensiones. En este caso, Corea del Norte sabe que debe iniciar un proceso de desnuclearización a cambió de que le garanticen estabilidad política. Además, es conveniente que se le pidan esfuerzos encaminados a encajar en el sistema internacional, en la democratización y en el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales de la población.

Aun así, entre el blanco y el negro hay una escala de grises, por lo que es muy difícil que un Estado tan hermético, autoritario y beligerante como Corea del Norte cambie de la noche a la mañana. Todo forma parte de un proceso que va a llevar tiempo, si es que se desarrolla y se consolida.

Habrá que ver hasta qué punto Kim Jong-un está dispuesto a ceder y a seguir avanzando en este camino diplomático que él mismo abrió a principios de año. Tampoco hay que descartar que esta situación acabe en fracaso y el régimen norcoreano vuelva a las andadas, al incremento de la hostilidad y a recluirse en sí mismo.

Fotografía de Isaac Á. Calvo

Isaac Á. Calvo

Licenciado en Periodismo

Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación

Editor del Grupo AGD