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Sin Concesiones

Antidemocracia española

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión24-02-2018

Tienen razón los independentistas catalanes. Tiene razón Carles Puigdemont desde su cobarde fuga a Bélgica. Tiene razón la anticapitalista Anna Gabriel tras huir a la capitalista Suiza. Tiene razón Roger Torrent en sus quejas ante los jueces como presidente del Parlament de Cataluña. Tiene razón Ada Colau... Todos ellos tienen razón. Aciertan cuando denuncian que en España hay una anomalía democrática. Desde luego que la hay. Sólo hay que ver lo ocurrido en su comunidad autónoma durante los últimos años y, en particular, lo sucedido desde el pasado mes de septiembre con la ejecución extrema de un golpe de estado a la ley, al Estatuto de Autonomía, a la Constitución española de 1978 y al deseo de más de la mitad de los propios catalanes.

El órdago de Puigdemont era tan descarado e inconsistente que nadie admitió su amenaza

Tienen razón Puigdemont, Gabriel, Colau y Torrent en la anomalía democrática que denuncian a los cuatro vientos. Aciertan en el diagnóstico pero yerran al señalar a los culpables. Lo verdaderamente extraño y esperpéntico es que el presidente de una comunidad autónoma haya echado un pulso al resto del país y que, además, lo hiciera convencido de salir ganador. El órdago de Puigdemont era tan descarado y tan inconsistente que ninguna institución admitió su amenaza al otro lado de la mesa. Nadie se sentó a negociar como él pretendía para salir victorioso. El Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial le pidieron que frenara su desafío, le advirtieron de las consecuencias a través de varias resoluciones de los tribunales y, ante el desacato y el delirio del secesionismo, actuaron simplemente con los recursos que el ordenamiento otorga a cada uno de ellos. Por separado pero al unísono, con cautela pero con la fortaleza de la ley y nada más que la ley.

La verdadera anomalía en España es que un jefe de gobierno autonómico viole las leyes a conciencia reiteradamente y que, a continuación, huya a un país extranjero para eludir las consecuencias penales. La verdadera anomalía es que el dirigente político de un partido que ha ostentado el poder durante tres décadas de democracia afirme al cabo de tanto tiempo sin ningún tipo de rubor que está podrido el mismo sistema que le ha encumbrado y que incluso le ha permitido desafiar las normas vigentes. La verdadera anomalía es que hablen de presos políticos sin que se les caiga la cara de vergüenza y sin que sus neuronas estallen de incoherencia por la dictadura que este país vivió durante cuatro décadas antes de la democracia. La verdadera anomalía es que se quejen de falta de derechos quienes previamente han aprobado y proclamado un golpe de estado a la ley y a la convivencia, quienes han ninguneado a la oposición en el Parlamento y quienes instauran un apartheid contra cualquier atisbo de españolidad. La verdadera anomalía es que cuestionen la independencia judicial los mismos políticos que en 2005 aprobaron un Estatuto de Autonomía que subordinaba la magistratura catalana al capricho de la Generalitat. Eso fue lo que realmente tumbó el Tribunal Constitucional y no otra cosa. La verdadera anomalía es que los políticos que vilmente han mentido a su pueblo, a su electorado y a su militancia vayan de mártires con tal de no reconocer tal engaño masivo.

La verdadera anomalía es que hablen de presos políticos sin que se les caiga la cara de vergüenza

Para estos de la anomalía democrática, es perfectamente normal y un ejemplo de libertad de expresión que una manifestación contra los atentados terroristas de Barcelona y Cambrils se utilizara políticamente para abuchear al Rey y para silbar al presidente del Gobierno por españoles. La incongruencia democrática de los independentistas y sus cómplices provoca paradojas como que Ada Colau justifique un plante a Felipe VI en la recepción del World Mobile Congress por su rechazo al 1-O y a la vez defienda a los organizadores de un referéndum que los tribunales declararon ilegal. ¿Acaso no es esto una anomalía democrática? ¡Claro que sí! Como lo es que los mismos que vitorean las ofensas al jefe del Estado con los ojos del mundo entero puestos sobre Barcelona se echen las manos a la cabeza cuando la cúpula del Poder Judicial en Cataluña se marcha de un acto con el presidente del Parlamento por acusarles de prevaricar y dictar resoluciones injustas al mandar a la cárcel a presos políticos que no son tal.

Por lo tanto, tienen razón Puigdemont, Gabriel, Colau y Torrent. En Cataluña hay una democracia anómala que pretende imponer una ideología independentista a más de la mitad de la población. Esa es la anormalidad. La denuncian con motivo y con conocimiento. Lo saben perfectamente porque ellos mismos son los causantes y los máximos responsables de esta tragedia política y social.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito