ANÁLISIS DE LA SEMANA
El cormorán
Por Gema Diego
2 min
Economía13-06-2004
Hace muchos años –algunos nos acordamos más bien poco, porque aún jugábamos con muñecas y ocupábamos nuestro tiempo en ensayar para tomar la Primera Comunión- Iraq también vivió otra guerra. Sadam Hussein invadió un pequeño país –Kuwait- rico en pozos de petróleo, Estados Unidos se metió por el medio, y se armó la marimorena. ¿La razón? Cómo no, el petróleo. La misma razón que ahora, después de esa guerra, y después de otra y otra más (todas por la misma causa), trae de cabeza a transportistas, a organizaciones mundiales, a agricultores… El petróleo puede estropear y arreglar casi todo, y hacer grandes agujeros en los bolsillos de los consumidores. Consumir petróleo es, para un país, signo de desarrollo. Es la señal de que su economía funciona: los coches andan, las fábricas producen, las calefacciones y los aparatos de aire acondicionado acampan en los hogares. A medida que el conjunto de estados privilegiados aumenta con más países que vienen pisando fuerte (el caso de China, India y Brasil), la demanda de petróleo también crece. Y más de lo esperado. Hace muchos años –en aquellos tiempos en los que aún saltábamos a la comba bajo el sol del verano-, una fotografía de un cormorán embadurnado de petróleo dio la vuelta al mundo. La imagen era una mentira, porque el cormorán no procedía, ni mucho menos, de la guerra que se estaba librando en el Golfo Pérsico. La fotografía se tomó a miles de kilómetros de allí. No importa. Es un ejemplo de manipulación de los medios. Pero al pobre cormorán, en realidad, sí le mató el petróleo, y sin estar en una guerra. La influencia del oro negro llega a todos los rincones.
