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APUNTES DE BANQUILLO

Culpables por principio

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes21-12-2003

La decisión del Tribunal de Arbitraje Deportivo de quitarle a Johann Muehlegg las medallas que ganó en los Juegos Olímpicos de Salt Lake City, allá por febrero de 2002 –aunque el Comité Olímpico Internacional ya le había quitado una–, suena más bien a una victoria in pectore de las influencias de las federaciones poderosas en esto del esquí, como Noruega, contra un atleta que cuando menos, tiene el beneficio de la duda de haberse tomado lo mismo que sus rivales. El pecado de Juanito tiene toda la pinta de haberse convertido en un personaje peculiar, con las ventajas de haber decidido ir por libre –con la tutela de la Federación Española de Deportes de Invierno (FEDI) y del Consejo Superior de Deportes– y de haber tropezado, en su camino, con enemigos demasiado poderosos. ¿No se supone que el propio COI, que elaboró la Carta Olímpica, debería ser el mejor intérprete de su espíritu y de sus excepciones? No es cuestión de rebatir las competencias del TAS, que puede ser de todo menos caprichoso, pero suena contradictorio cuando menos. También sobrevuela cierto mosqueo por la decisión de la Federación inglesa de suspender por ocho meses al defensa internacional inglés del Manchester United Rio Ferdinand. Reglamento en mano, la decisión no tiene vuelta de hoja: el jugador no se presentó en septiembre a un control antidopaje. Alegaciones en mano, si Ferdinand no se presentó porque no se acordó –según parece, tenía otros asuntos que reclamaban su presencia–, tiene toda la pinta de que se vulnera el derecho del deportista a la propia defensa. Además, la sanción llega con retraso y, entre tanto, se le permite jugar con su equipo hasta enero. Por más que los ingleses sean muy suyos –y no quieran que Ferdinand se pierda la Eurocopa–, aún hay demasiadas incongruencias en la lucha contra el dopaje. Además, cuando sale a colación recurrir a la Justicia ordinaria, como último recurso frente a la deportiva, se esgrime en seguida la amenaza de sanciones: en eso está muy al quite el presidente de la FIFA, Joseph Blatter. De nuevo surge el filo de la duda: ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién puede garantizar la defensa de los jugadores y que las instituciones no se excedan en sus funciones? No hay que olvidar que la ley Bosman y la sentencia Kolpak, que reconocen la libre circulación de jugadores –trabajadores, al fin y al cabo–, tuvieron que salir de los tribunales.

Fotografía de Roberto J. Madrigal