APUNTES DE BANQUILLO
Sorpresas, pero no tanto
Por Roberto J. Madrigal2 min
Deportes16-03-2003
Resulta curiosa la manera en que los periodistas hacemos de cada partido el último. Más de un lector y más de dos acusan a los plumillas de tener en permanente alerta al personal, con el riesgo de que llegue un momento –cual pastor tramposo que avisaba a destiempo de que llegaba el lobo– de que los aficionados de a pie, los que se animan a disfrutar del fútbol en cuanto tienen ocasión, dejen de respaldar a su equipo. No obstante, hay una excepción a la norma: la incursión europea del Málaga, que marcha por su sexta final –después de la final de la Intertoto y cada una de las rondas disputadas en la UEFA–, y amenaza con llegar hasta Sevilla, la sede que conocerá al campeón el próximo 21 de mayo. Los adjetivos, sin ánimo de caer en la rutina y desmerecer, comienzan a sonar a tópico: gestas, los goles decisivos de Manu, Dely Valdés y Darío Silva, el trabajo sucio de un sabio como Joaquín Peiró, que con cuatro mimbres y mucha cantera ha logrado lo impensable en la capital de la Costa del Sol… Pero el Málaga no es ya un pionero, sino la confirmación de que la Liga de las estrellas y de los fichajes de bombo y platillo –con permiso del Real Madrid– ha dejado paso a la Liga de los estrategas, de esas cabezas capaces de volver a ensamblar equipos a quienes los grandes desarman cada final de temporada. Cabezas tan bien amuebladas que son capaces de sentar cátedra tan pronto en Segunda División como en una final europea, que son capaces de formar una clase media de la Primera División capaz de tutear a rivales extranjeros supuestamente de mayor rango. El problema de estos cuentos de hadas que protagonizan los modestos llega con el final, que nunca es feliz. Sucedió, sin ir más lejos, en los estrenos europeos del Rayo Vallecano y del Pink Team alavés de hace tres temporadas: los corazones y las cabezas que no tienen un pasado que defender terminan por sucumbir al primer asomo de responsabilidad y de presión. No obstante, mientras duren los sueños y las posibilidades de cazar sorpresas, la mentalidad aventurera y visceral que tantas veces impide el liderazgo duradero de los españoles es un argumento tan válido que da, incluso, para presumir de él… aunque siempre –a nuestro pesar– después de volver con el rabo entre las piernas de las grandes citas, ésas que permiten dar el salto de calidad a la elite, a esos equipos cuyo nombre figura en las listas impolutas de los vencedores. Con todo, si nuestro destino es el de no ser primeros, sino el de ser segundos con honra, tampoco es para avergonzarse. Pero que conste, me gustaría ver a alguno de estos equipos, y no a un repescado de la Champions, levantando el trofeo.