Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

SIN CONCESIONES

El abrazo del oso

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura5 min
Opinión04-11-2015

Nadie o casi nadie entendió que Mariano Rajoy subiera el impuesto del IRPF nada más tomar posesión en 2011. Nadie comprendió que suprimiera puestos eventuales en hospitales y colegios en los primeros meses en La Moncloa. Casi todo el país bramó de enfado cuando en junio de 2012 solicitó a la Unión Europea un rescate a los bancos con cinco millones de españoles en paro a los que nadie ofrecía un salvavidas. Cuando eliminó la paga de Navidad a los funcionarios, muy pocos comprendieron aquel gesto de austeridad. Tampoco asumió la ciudadanía en un trienio que el presidente del Gobierno estuviera recluido en su despacho para sacar al país de la crisis económica, en vez de repartir besos y abrazos a quienes añoraban el consuelo de los mandatarios. El parón de las infraestructuras, los recortes presupuestarios, el celo con la disminución del déficit... En cuatro años existen motivos sobrados para repugnar a este Gobierno o, al menos, eso es lo que piensan muchos compatriotas.

Los hechos finalmente dan la razón a Mariano Rajoy, aunque aún queden cuatro millones de parados

Rajoy pasó tres largos años de mandato haciendo aquello que sabía que no gustaba a los electores. En ocasiones, ni siquiera le gustaba a él, como tantas veces ha admitido con la subida de impuestos o la supresión de la paga extra a los empleados públicos. Pero el presidente del Gobierno hacía lo que pensaba que era mejor para el país. Anteponía la gestión a la política, la responsabilidad al oportunismo. Nadie o casi nadie le defendía entonces, si bien albergaba en su interior la esperanza de que el tiempo le diera la razón algún día. Ahora, lo imposible comienza a ser una realidad palpable, aunque el hastío ciudadano sea tan fuerte que muchos españoles cierran los ojos a la evidencia. Por ejemplo... El paro ha bajado en casi un millón de personas en apenas año y medio, de 5.040.222 en febrero de 2013 a 4.094.042 en septiembre de 2015. La prima de riesgo que marca el interés de nuestra deuda ha caído desde los 600 puntos hasta los 140 actuales, con la enorme diferencia de que antes nadie quería prestar a España y ahora pagan por que el Tesoro guarde dinero. El PIB caía en plena recesión hasta un -2,1% al inicio de la legislatura y ahora crece un 3% hasta liderar la zona euro. Los hechos finalmente dan la razón a Mariano Rajoy, aunque aún queden cuatro millones de parados y muchos prejuicios izquierdistas empeñados en cegar la luz que desprende el final del túnel.

No es fácil convencer a la gente de que hacer lo correcto tiene recompensa. Menos aún en un país donde saltarse las normas suele estar bien visto y donde ser responsable es sinónimo de carca y aburrido. Mariano Rajoy lo sabe bien en plena crisis catalana y, además, reúne cualidades para que habitualmente le tachen de ambas cosas. Pero obrar de modo oportuno a veces produce frutos inmediatos. Así ocurre con el último brote psicótico del independentismo. Después de tres años de sangre fría y prudencia, el presidente del Gobierno ha reaccionado desde la contundencia y la unidad. Reunirse de inmediato con los líderes de PSOE, Ciudadanos y Podemos no sólo es lo correcto, además es lo conveniente. El ataque a la legalidad de los separatistas de Junts pel Sí y la CUP requiere un muro inquebrantable que frene en seco la pretensión del secesionismo. Rajoy lo ha entendido al fin y ha sumado a Pedro Sánchez y Albert Rivera. Lástima que Pablo Iglesias se ha autoexcluido. Antes de que emprendieran la guerra partidista, el jefe del Ejecutivo llamó a los tres para trasladar al conjunto del país una imagen de unidad, solvencia y estabilidad. Es justo lo que el país necesitaba pero, al mismo tiempo, es lo que interesaba al Partido Popular.

Las imágenes de unidad siempre benefician a quien gobierna, pues demuestra liderazgo

Las imágenes de unidad casi siempre benefician a quien gobierna, pues con ellas demuestra liderazgo al mismo tiempo que ata de manos a los adversarios. La batalla dialéctica de Sánchez y Rivera por los matices en la crisis catalana es inútil. Hagan lo que hagan, Rajoy ha demostrado la solvencia y el carisma que le ha faltado durante tres largos años. A menos de 50 días para las elecciones generales, ha capitalizado el rechazo al independentismo y ha encarnado la imagen de unidad de España como hasta ahora sólo conseguía Ciudadanos. Los votantes tradicionales del PP tienen un motivo de peso para reconciliarse con su candidato gracias a uno de los asuntos que, precisamente, toca su fibra sensible. La oportunidad que el destino concede a Rajoy en la penúltima curva de la legislatura puede valer cientos de miles de votos si actúa con la misma responsabilidad y sagacidad hasta el 20 de diciembre. Y de momento lo está aprovechando.

Mariano Rajoy, que el 11 de marzo de 2004 se enfadó con José María Aznar porque se negó a seguir su consejo de convocar el Pacto Antiterrorista tras los terribles atentados de Atocha, ahora apuesta por vencer a sus rivales con la táctica del abrazo el oso. Hasta el habilidoso Albert Rivera, que vapuleó a Pablo Iglesias en el debate de televisión promovido por Jordi Évole, cayó rendido a la estrategia mariana en su visita a La Moncloa. "Me pongo en la piel del presidente por si me toca y no tiene que ser fácil. Yo haría lo mismo", sentenció en un desliz propio de episodio de síndrome de Estocolmo. Que un rival a la Presidencia del Gobierno admita "yo haría lo mismo" implica tanto como reconocer que Rajoy está acertando de arriba a abajo en la solución al problema. Entonces... ¿si acierta por qué votar a otro? El abrazo del oso casi siempre funciona, como bien demostró el voraz José Luis Rodríguez Zapatero con Izquierda Unida o Esquerra Republicana. Sin duda, con Cataluña Rajoy ha comenzado a ganar las elecciones generales. Sólo tiene que seguir haciendo lo correcto. Antes hacer lo correcto era contraproducente. Ahora, lo correcto es al mismo tiempo lo responsable y lo oportuno.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito