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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Lo maduro acaba cayendo por su propio peso

Fotografía

Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura3 min
Internacional23-02-2015

La naturaleza es preciosa e impresionante. Constantemente, permite observar ejemplos que ratifican su magnificencia, solo hay que estar atentos para observarlos. Uno de los más frecuentes y que más llama la atención se produce cuando la flor se convierte en fruto.

Es un proceso tan frágil como bello, que se va desarrollando paulatinamente, y que vive su momento de esplendor cuando el fruto alcanza su grado óptimo de maduración. Sin embargo, a partir de ese instante, empieza el declive, la putrefacción y, finalmente, la caída al suelo, donde termina de descomponerse.

En Venezuela, podría empezar a establecerse un símil. Allí, Nicolás Maduro fue madurando a la sombra de Hugo Chávez, y cuando este último murió se convirtió en el heredero del chavismo después de ganar, por poco, unas elecciones no exentas de denuncias de fraude.

La carestía clama al cielo porque Venezuela es un territorio rico
Maduro lleva dos años como presidente venezolano, pero no tiene ni el carisma, ni la fuerza de Chávez. La situación económica y social ha empeorado considerablemente. Además, las noticias que llegan sobre el desabastecimiento de productos de primera necesidad son desalentadoras. No se trata solo de que haya carestía, es que la situación clama al cielo porque Venezuela es un territorio rico en petróleo y recursos naturales.

Por si no fuera suficiente, la política venezolana también sufre momentos convulsos. La detención, con alevosía, del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, ha sido el colofón a unos días en los que también se han denunciado las vejaciones que padece el opositor Leopoldo López, quien ya lleva un año en la cárcel. López está acusado de instigar las manifestaciones opositoras de 2014, que acabaron con graves disturbios y varios muertos. A Ledezma lo arrestan, oficialmente, por conspirar para derrocar al régimen bolivariano.

Que lo derroquen es uno de los miedos que tiene Maduro. De hecho, como buen populista que es, no pierde la ocasión para destacar que todos los males de Venezuela son culpa de enemigos exteriores. Su última ocurrencia es el eje Madrid-Bogotá-Miami, a quienes responsabiliza de urdir planes para desestabilizar al régimen bolivariano.

Este discurso no se basa en pruebas fehacientes y puede ser fácilmente desmontado. Aun así, tiene un alto calado en los chavistas, que se movilizan y aúnan esfuerzos.

Enfrentando a la población no se consigue nada bueno
Nicolás Maduro debería darse cuenta de que enfrentando y polarizando a los diferentes sectores de la población no va a conseguir nada bueno. La represión a los opositores, el recorte de libertades y la politización de la Justicia dejan en evidencia a un Estado que se considera democrático. Por si fuera poco, los problemas económicos y de suministros acrecientan la crisis social venezolana.

Construir siempre es mejor que destruir, y se consigue más sumando que dividiendo. Por eso, dadas las graves circunstancias por las que atraviesa Venezuela, Nicolás Maduro debería pensar en gobernar para todos y en entablar negociaciones francas y honestas con los opositores para sacar al país del atolladero en el que se encuentra.

Lamentablemente, no tiene pinta de que lo vaya a hacer, por lo que llegará un momento en el que a Maduro le suceda como a la fruta madura: acabará cayendo por su propio peso.

Fotografía de Isaac Á. Calvo

Isaac Á. Calvo

Licenciado en Periodismo

Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación

Editor del Grupo AGD