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IMPRESIONES

Lo que Pablo Iglesias no cuenta

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión17-11-2014

Chema preguntó: “Has hecho un truco de magia para hablarnos de la comunicación. Pero, en la magia, hay cosas que escondes, que no comunicas. ¿Es la magia una forma de comunicación?” La respuesta de Gonzalo fue más o menos ésta: “En la magia escondes cosas para poder comunicar algunas sensaciones, emociones e ideas que no lograrías comunicar si no escondieras lo que escondes”. La pregunta fue buena y la respuesta estuvo a la altura. Cuando hay palabra, el silencio forma parte del lenguaje; y no sólo como retórica, al modo de las “pausas dramáticas”. Cualquier acción comunicativa supone “decir algo” explícitamente, pero lo que se dice sólo puede comprenderse desde innumerables supuestos o implícitos que no se mencionan. En la magia es más importante el secreto que lo compartido; y lo compartido se construye en buena medida para proteger el secreto. Sin embargo, en ese vínculo entre el ilusionista y el espectador no hay traición, ni engaño, sino un pacto secreto, un acuerdo tácito del que nunca se habla, pero que vamos aprendiendo con la edad como una actitud necesaria para que todo “funcione”. La expresión técnica para definir al conjunto de reglas del juego invisibles pero necesarias para una buena comunicación es la de “pacto de lectura”. Entre el ilusionista y el espectador existe un “pacto de lectura” implícito que evita que el segundo apuñale al primero cuando éste decide quemar los 100€ que acaba de recibir “prestados”. Hay también otro conjunto de conocimientos implícitos necesarios para comprender frases tan sencillas como “He aparcado el coche en la puerta”. Al conjunto de conocimientos implícitos que necesitamos para comprender qué nos quieren decir con esa frase se le llama “contexto” e incluye cosas como saber a qué coche se refiere, a qué puerta se refiere y si quien me habla espera que haga o no algo con esa información. El pasado domingo Ana Pastor entrevistó a Pablo Iglesias en La Sexta y los silencios del líder de Podemos fueron más significativos que sus palabras. En realidad, las palabras más significativas de Iglesias las trajo el equipo de Pastor, tirando de archivo: “Que existan medios de comunicación privados atenta contra la libertad de expresión”, y otras perlas. Quizá nos falten elementos del “pacto de lectura” implícito en las afirmaciones de Iglesias. Una de esas reglas del juego que él aplica en su oratoria es que la verdad y la mentira son sólo medios –convenientes o inconvenientes, según el caso– para el único fin importante, la obtención del poder.  Debes saber, por lo tanto, cuando escuchas a Iglesias, que la cuestión de la verdad o la falsedad es algo para él secundario. De otra forma, te llevarás a engaño. Pero si aún no crees que la indiferencia respecto de la verdad o la mentira es connatural a su discurso, te invito a revisar el “contexto” de sus diversas declaraciones. Iglesias dice admirar al régimen venezolano, el segundo más corrupto del continente americano. Iglesias, a su vez, dice que la corrupción de la casta española le repugna. Ambos sentimientos no son compatibles, salvo que esos sentimientos tengan poco o nada que ver con la verdad y mucho con el interés particular de Iglesias en cada contexto. Tomarnos en serio a Pablo Iglesias significa examinar no sólo lo que ahora dice, sino, sobre todo, lo que no dice. Revisar lo que dice en unos contextos y no en otros. Lo que calla y lo que no calla. Lo que repite hasta el infinito y también lo que sabe que bajo ningún concepto ha de concretar.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach