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SIN CONCESIONES

Un regalo al enemigo

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión30-10-2014

Hay una máxima de la comunicación que muchos políticos desprecian. “Es bueno que los medios de comunicación hablen de uno, aunque sea mal”. La realidad demuestra que aquello que no sale en la prensa no existe a efectos públicos. Quizás por eso el socialista Pedro Sánchez llamó en septiembre a un programa basura como Sálvame para intervenir en directo. Quizás por eso enloqueció tras el verano con multitud de entrevistas, hasta que la pifió con el anuncio disparatado de eliminar el Ministerio de Defensa si llega a La Moncloa. Pese a las críticas recibidas, en dos semanas se habló de Pedro Sánchez en las tertulias y en los bares. Ahora todo el mundo sabe quién es el nuevo líder del PSOE. En otros casos, el empeño por salir en los medios responde a una estrategia más inteligente. “Si tú no ocupas ese espacio, el adversario lo hará por ti”. Este planteamiento supone que cuanto más hablan de uno los periodistas, menos tiempo dejan al adversario. Trasladado a la política, más llega tu propaganda al ciudadano y, por consiguiente, menos la del contrincante. La conclusión es sencilla. El error más grande que se puede cometer en comunicación es dejar vacío el espacio informativo que a uno corresponde e incluso renunciar a ocupar el de los demás. Valga como ejemplo la reciente crisis del ébola. El Gobierno renunció los primeros días a dar explicaciones, así que los medios ocuparon el inmenso espacio dedicado en sus programas especiales con banalidades como el perro Excálibur o falsas noticias de contagios positivos que filtraban de forma interesada los sindicatos sanitarios. La equivocación fue monumental en términos políticos y, especialmente, en dimensiones sociales. La ausencia de mensajes oficiales disparó la alarma social, acrecentó los rumores y agigantó la sensación de desgobierno hasta la creación de un Comité Especial. Semejante torpeza encarna en realidad la forma de entender la comunicación que tiene el presidente del Gobierno, con una visión decimonónica de la prensa que en el pasado ya ha quedado patente por su animadversión a las ruedas de prensa. El PP de Mariano Rajoy es experto en el silencio como estrategia de información, la cual pudo servir con viento a favor cuando estaba en la oposición pero sin duda resulta un suicidio cuando preside La Moncloa y sufre multitud de problemas. Un secreto. Al presidente le gusta presumir en privado de haber ganado las elecciones generales de 2011 sin la complicidad de los medios de comunicación, incluso más bien con muchos de ellos en contra. La mayoría absoluta fue un respaldo a su tesis de que un político no necesita a la prensa y menos con los abundantes canales de información que existen en el siglo XXI. Su problema es que renuncia a todos por igual. Durante tres años ha evitado entrevistas, debates de televisión, tertulias en prime time y ese vacío lo han aprovechado otras formaciones incipientes y otros actores que ahora constituyen una amenaza, no ya para el PP sino para el sistema en su conjunto. De pronto, Rajoy pide a los suyos que den la batalla de los argumentos y salgan a la calle a recuperar la credibilidad perdida. Pero llega tarde, tres años tarde. Los del populismo y la demagogia acaparan tanto protagonismo que su mensaje está calando en millones de ciudadanos. Y la culpa no es sólo de la crisis y la corrupción. La culpa es también de quien abandonó el altavoz de los medios y ahora no sabe cómo arrebatarlo al enemigo.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito