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CREAR EN UNO MISMO

La efectividad, hija de la paciencia

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura4 min
Opinión28-05-2012

El mundo académico y universitario necesita recordar un sencillo principio: la formación de jóvenes, la adquisición de cultura y la investigación científica y humanística son tareas cuyo ritmo natural es muy distinto del capricho de cualquier interés particular y, por supuesto, es mucho más pausado que el ritmo que marca el mundo de hoy en casi cualquier ámbito personal y profesional. Muchos dirían que son actividades “lentas”, pero esa palabra es inexacta: serían “lentas” si se invirtiera en ellas más tiempo de que naturalmente necesitan, pero lo cierto es que, en realidad y por lo general, se invierte menos tiempo del deseable. Es decir: que a pesar de que el mundo las llama lentas, suelen ejecutarse a un ritmo mucho más rápido del deseable. Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, de Stephen R. Covey, fue publicada en 1989 y hoy (más de 15 años después), la obra se ha convertido en la piedra angular sobre la que edificar todo un estilo de entender el desarrollo personal, familiar y empresarial. Se han vendido 15 millones de ejemplares y su prestigio y difusión ha permitido la creación de una compañía presente en 123 países. En la página de agradecimientos, Covey revela que el origen de su obra hay que buscarlo en los años 70 (unos 15 años antes de la publicación), como parte de un programa doctoral en el que empezó a investigar la literatura acerca del éxito escrita en los últimos 200 años. Entre los agradecimientos a la primera edición, menciona a la multitud de alumnos y colegas y a los miles de personas con los que ha discutido su obra hasta llegar “lentamente” –es literal- a la formulación contenida en su libro. Fueron 15 años de investigación; y otros 15 hasta alcanzar el actual éxito de la obra (y de su proyecto de desarrollo personal, familiar y empresarial). La efectividad de su trabajo hoy debemos comprenderla a la luz de los últimos 30 años. La efectividad de su primera reflexión madura e inspiradora de todo lo demás, hay que valorarla (al menos) en 15 años de oscuro trabajo investigador. Este ejemplo contrasta con las pretensiones de algunas autoridades académicas (¿políticas? ¿empresariales? ¿pedagógicas?) que proponen aplicar la obra de Covey para enseñar a nuestros alumnos a formarse en competencias, abandonando metodologías obsoletas como la lección magistral. Si esas mismas autoridades se molestaran en leer el subtítulo de la obra de Covey se encontrarían con lo siguiente: “Lecciones magistrales sobre el cambio personal”. Ciertamente, la maestría de Covey –apodado el Sócrates americano- no se limita a la lección magistral. Pero dedicó 15 años a prepar ar las suyas; y en todo lo que vino después, ha remitido siempre a ellas. Alguno me dirá que no se puede esperar 15 años para fundar Facebook. No bastará responder que quizá sí se podía esperar un poco más para sacarla a bolsa. Conviene decir que la tecnología que hace posible Facebook tiene 50 años; y la filosofía y mentalidad de la que Mark Zuckerberg es un hijo inconsciente se gestó hace 100, y es una mentalidad que no sólo ha permitido la aparición de Facebook, sino de todas las tecnologías que han cambiado el mundo en estos últimos 30 años. Covey –menos egocéntrico- no olvida en sus agradecimientos mencionar a la “sabiduría transgeneracional” a la que tanto debe. En el prólogo de su obra, el segundo consejo que da Covey es el siguiente: “La gente quiere cosas, y las quiere ya. Las exigencias del interés son implacables e inexorables. La realidad que actualmente se impone y que obedece a las exigencias del capital es la necesidad de producir hoy, pero el auténtico mantra del éxito es la sostenibilidad y el crecimiento”. La cuestión clave, según él, es trascender el hoy y mirar a 10 o 15 años vista. Los grandes, como Séneca, no pensaban a 15 años vista; pensaban en los próximos 1000 años. Los más grandes, como Sócrates, piensan en clave de eternidad. Pero no hay que irse muy lejos. En esa misma clave pensaron Gandhi y Madre Teresa, Albert Einstein y Nelson Mandela. Si “hoy” o “mañana” no fuera el horizonte de vida que nos planteamos, no sólo haríamos de nuestro éxito algo sostenible y grande, sino que evitaríamos crisis financieras, económicas y ecológicas como la que hoy nos asfixian. “Vísteme despacio, que tengo prisa”, dice el refranero popular. Si hablamos de formación, cultura, ciencia y humanidades, o si hablamos de crear algo grande y sostenible, debemos aprender a atemperar nuestros intereses y ser pacientes, es decir, aprender a ajustarnos a los ritmos naturales de las cosas.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach