ANÁLISIS DE DEPORTES
Basta ya de tanto engaño
Por Alejandro G. Nieto3 min
Deportes04-10-2009
Nadie se creyó en 2006, cuando Madrid anunció su candidatura para los Juegos de 2016, que la ciudad tuviera posibilidades reales de conseguir albergar esa cita. Conscientes de ello, muchos altos cargos del proyecto de 2012 decidieron desvincularse de la nueva tentativa. Aún así, la propaganda funcionó tan bien que la mayor parte de la población llegó a ilusionarse y a creer firmemente en las posibilidades de la villa. Y, ahora que se han llevado el golpe, los responsables todavía pretenden maquillarlo con variopintas excusas. Uno se cansa ya de leer en la prensa tantas lamentaciones y tanta justificación barata. Seamos sinceros ahora que todo ha terminado ya. Ni la política antidopaje, ni la cercanía de Barcelona ’92, ni el último informe negativo ni leches en vinagre. La verdadera razón por la que Madrid no será ciudad olímpica en 2016 (conocida de sobra por todos en la oficina de la candidatura) es el poder de las empresas estadounidenses en todo el entramado de los Juegos. Vaya, para abreviar, una explicación rápida. El 53 por ciento de los ingresos del COI proceden de la venta de los derechos de televisión, de los cuales casi la mitad los paga la NBC estadounidense. Del 47 por ciento restante, prácticamente todo llega a través de los patrocinadores, que en su mayoría son empresas del país norteamericano. He aquí el motor fundamental que mueve el principio (tan negado por parte de los responsables de la candidatura madrileña) de rotación de los continentes. Si los estadounidenses son los que aportan la mayor parte de los ingresos del Comité Olímpico, los miembros de éste no pueden permitirse el lujo de tener a los gringos descontentos. Y, en ese sentido, organizar unos Juegos en una franja horaria distinta a la americana por quinta ocasión consecutiva supondría pegar un mordisco considerable a la mano que les da de comer. La NBC invierte muchos millones de dólares (alrededor de 600) en obtener los derechos televisivos del mayor evento deportivo del mundo, y lógicamente cortará el grifo si los horarios de las competiciones no les cuadran y dejan de amortizar ese gasto por la pérdida de audiencia. Por ello, Chicago y Río de Janeiro eran las dos únicas ciudades con posibilidades reales de llevarse el gato al agua. Antaño, la rotación de continentes tenía sentido simplemente para contentar a los diferentes miembros del COI (Europa, con Helsinki ‘52, fue el último en repetir dos ediciones consecutivas). Pero en los tiempos que corren, antes de nada, hay que pensar en el dinero. Por eso, desde México ’68, cuando la televisión empezó a tener un mayor peso, el continente americano ha albergado una de cada tres ediciones. Cerrar los ojos a esa realidad ha sido una de las grandes mentiras de Madrid 2016, aunque en el trasfondo subyacía la intención de promocionar la ciudad a nivel mundial (la candidatura de 2012 sirvió para aumentar considerablemente el número de turistas). Incluso puede que la verdadera intención fuese perder en dos ocasiones consecutivas pensando que eso les aseguraría el éxito a la tercera, en 2020. Ésas eran las únicas razones que encontraba quien me contó esta teoría hace tres años. Solo así, sostenía este hombre, se podría explicar por qué el Ayuntamiento se iba a embarcar en un nuevo proyecto de 30 millones de euros a sabiendas de que ganar era prácticamente imposible. Él, que había sido un alto cargo de Madrid 2012 y hablaba con conocimiento de causa, decidió, como muchos en su misma situación, no formar parte de tal pantomima. Al contrario que los ciudadanos, ellos sabían lo que se cocía, y no pudieron torearles. Para el resto, en especial para las 100.000 personas que soportaron estoicamente la lluvia para apoyar en Cibeles a la candidatura, todo ha sido una tomadura de pelo.