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SIN CONCESIONES

Mi caso de Gripe A

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión30-08-2009

Digamos que ha sido la anécdota de mis vacaciones. Me despierto una noche con malestar general, fiebre y síntomas de gastroenteritis... y acabo con una baja laboral de seis días por Gripe A, enclaustrado en casa como cuarentena y sin poder ver a amigos ni familia. La culpa fue de una croquetas posiblemente en mal estado y de una doctora quizá excesivamente precavida. Ni tos ni dolor de garganta ni ningún otro problema respiratorio que se le parezca: sin embargo, un documento oficial acredita mi enfermedad por Gripe A y mi nombre aparece incluido en las estadísticas nacionales de contagio del virus que ha levantado la alarma en todo el planeta. Supuestamente soy uno de los más de 15.000 españoles que ha padecido la Gripe A. Pero la realidad es que a las 24 horas del diagnóstico me encontraba en perfectas condiciones, de no ser por la debilidad y la deshidratación que generan las disfunciones estomacales. La doctora parecía emocionada, como si mi caso fuera el primero de Gripe A que pasaba por su consulta. Tres síntomas de siete posibles parecían suficientes para confirmar el nuevo virus a pesar de que mis constantes respiratorias no reflejaban ninguna anomalía. "Es normal", me dijo. "Esta clase de virus llega al estómago y luego asciende hasta la garganta". Al día siguiente no había rastro de fiebre ni de gastroenteritis, pero su aviso sirvió para alimentar mi hipocondria. Las posteriores 48 horas analizaba cualquier molestia al tragar o beber agua fría. No me imaginaba yendo al hospital hasta que vi en televisión a la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, con sus explicaciones sobre la Gripe A. Entonces comprendí el ansia de la médico, el programa informático especial que le habían instalado en su ordenador y hasta su recomendación de que ocultara a mis compañeros de trabajo el motivo real de mi baja laboral. "En mi empresa estamos acostumbrados a tratar con este tema", repliqué sin entrar en detalles sobre mi profesión. Salvo no pocas excepciones, a los periodistas no nos gusta ir por ahí con alardeos. Días después, otra doctora de familia diferente firmó mi alta tras descartar la Gripe A. "Cuando llegue el otoño, será una locura", pensé. Ella confirmó las impresiones. Cualquier simple catarro se solucionará con una semana de baja médica y aislamiento en casa. Muchas empresas se quedarán casi vacías, clausurarán colegios, habrá más que simples colas para vacunarse, las parejas aplazarán sus planes de embarazo, los hospitales estarán saturados y los médicos no sabrán ni cómo responder a la epidemia. Unos casos serán ciertos, otros quedarán en falsa alarma. No quiero imaginar lo que harán algunos con un poco de picaresca... Mientras, los laboratorios farmaceúticos multiplicarán sus ganancias pese a la crisis económica y los gobiernos recurrirán a la deuda para pagar las millones de vacunas que han comprado por anticipado. La alarma ya está creada. Es imposible luchar conta ella, a pesar de que cada vez que se produce una víctima lo atribuyan a patologías que sufría anteriormente. Sin embargo, desde el mundo de la medicina asoman todos los días voces expertas que claman ante el histerismo suscitado por gobiernos y medios de comunicación. Desde mediados de agosto no paro de preguntarme si están jugando con nuestro miedo y quiénes se benefician con la Gripe A. No tengo respuesta, pero sí una idea clara: hay que prevenir, no aprovecharse de un problema de salud mundial.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito