ANÁLISIS DE LA SEMANA
Caprichos
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad27-01-2002
Es caprichosa la vida en esta Tierra. Despierta un volcán y con el espectáculo de rocas incandescentes en la noche se funde la lava con la vida. Muchas personas, miles, cientos de miles, huyen y luego regresan para encontrar la nada donde estuvo su hogar. Muchos ojos miran todavía al Nyiragongo, una montaña de fuego en el corazón de la olvidada África. Vivir con caprichos resulta cuanto menos injusto cuando ni si quiera llega la ayuda humanitaria a las laderas del volcán congoleño. Y hace ya días que escupió el fuego para repartir a su capricho rocas que abrasan las plantas de los pies y los pulmones. El caprichoso Occidente se olvida de que todavía quedan muchas vidas y muchas manos, cientos de miles, en el corazón de la desconsolada África. La libertad es también el aire que el hombre necesita respirar sin el azufre del delito. Ser libre es ser hombre y, en ocasiones, se es menos libre por encontrarse en el sitio equivocado en el momento erróneo. Dicen que la Justicia es dar a cada uno lo suyo. En Estados Unidos. En el Congo. Y depende del hombre, que es libre para tener caprichos y para ayudar. La libertad no es un capricho, aunque sí es caprichosa. Depende de la de los demás. Para vivir también hay normas que a veces parecen caprichos: velocidades mínimas y máximas en las autopistas, los buenosdías en el ascensor, escuchar a quien habla, hablar a quien necesita escuchar, disfrutar de la naturaleza sin odiar la ciudad y descubrir, como dijo el poeta, de cuántas vidas está hecho un árbol, ése que deja respirar el aire más limpio. Respetar. Ponerse en el lugar del otro. Equivocarse y rectificar. Ser caprichoso y ayudar. Depende de todos. Y al final de cada día, paz. Para todos. Por favor. Paz.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo