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La ecuación de Euler

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión06-04-2008

Physics World, una de las revistas más relevantes que versan sobre física y matemáticas, propuso en 2005 a sus lectores -cualificados investigadores- que votaran por las mejores ecuaciones de todos los tiempos. Empataron dos. Por un lado, las cuatro ecuaciones del escocés Clerk Maxwell: éstas fueron capaces de demostrar la vinculación entre electricidad y magnetismo y sus aplicaciones en nuestra vida cotidiana son incontables (microondas, rayos x, telefonía móvil…). Por otro lado, la ecuación del suizo Leonhard Euler: ésta es considerada la más bella de las fórmulas matemáticas, y se caracteriza por su escasa utilidad en la vida cotidiana. La ecuación de Euler es, pues, en muchos sentidos, inútil. Pero esa inutilidad no sólo no le resta belleza sino que, a mi entender, la agranda. Si el espíritu humano se dedicara por entero a resolver problemas, buscar progreso, formular, confirmar o refutar hipótesis… la vida no merecería la pena de ser vivida. Seríamos todos como el hombre gordo que sólo hace cuentas de El Principito, o el desagradable protagonista del Cuento de Navidad por excelencia, el de Charles Dickens. Sin embargo, descubrir que una fórmula matemática inútil ha sido votada como la más bella por los propios científicos, es signo de alegría y esperanza. A un profano como yo, la fórmula me resulta bella por sencilla. Y más bella, por inútil, cuando me informo de que no tiene aplicaciones prácticas. Pero los matemáticos saben ver mejor: es bella no sólo por sencilla, nos cuentan, es bella porque, a pesar de su sencillez, es la única que reúne en sí nueve conceptos básicos de las matemáticas: el número e (base de los logaritmos naturales y también conocido como número Euler), el pi (el resultado de dividir la circunferencia de un círculo por su diámetro), el i (que es la raíz cuadrada de -1), la notación exponencial, la multiplicación, la suma, el igual, el uno y el cero. Así que es bella por su propia sencillez y por relacionar con sencillez y entre en sí a nueve elementos básicos de las matemáticas. Galileo insistía en que la naturaleza está escrita en clave matemática y que nosotros no debemos sino descifrar dicha clave. Los científicos, en sus formulaciones físico-matemáticas, buscan cada vez una mayor sencillez y simplicidad, precisamente porque saben que cuanto más complicada sea su fórmula, más alejada de la realidad estará. ¡Resulta que la realidad es sencilla! Una vez conocí a un sencillo hombre de pueblo que hablaba de la mansedumbre. Decía que la sencillez y humildad de la mansedumbre es la luz para comprender a todos los seres, la llave de todos los corazones y la clave de la unidad entre los hombres de buena voluntad. “Bienaventurados los mansos, porque de ellos es el Reino de Dios”, repetía. Muchos dirán que la mansedumbre, en los tiempos que corren, es poco útil. Pero si el espíritu humano se dedica sólo a lo útil… La vida merece la pena porque hay lugares de mansedumbre, sencillez, humildad, simplicidad inútil, pero muy valiosa. Lugares como el arte, la literatura, el cuidado familiar a los niños -y a los padres-, las vacaciones, el cine, el deporte… Lugares valiosos porque hacen que merezca la pena vivir la vida; nos revelan ese lugar donde la vida se ensancha.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach