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SIN CONCESIONES

La hora de la verdad

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión02-03-2008

Ya no queda nada para las elecciones generales. Están aquí encima y, sin embargo, ahora mismo sería incapaz de hacer un pronóstico sobre quién será el vencedor. Si me lo hubieran dicho al principio de la legislatura, no lo habría creído. Si me hubieran avisado hace poco más de un año, tampoco. He de confesar que fue hace doce meses cuando tuve la primera percepción de que estas elecciones serían las más disputadas de la democracia. Aquel mes de marzo, el Gobierno de Zapatero excarceló al sanguinario terrorista De Juana Chaos. Esa cesión intolerable abrió los ojos a millones de españoles que todavía no se habían percatado de las barbaridades cometidas por un presidente que siempre ha presumido de dialogante pero que jamás ha hecho caso a quienes piensan distinto a él. Creo que fue entonces cuando, por primera vez, pensé claramente que Mariano Rajoy podía ganar las elecciones generales. Sólo necesitaba canalizar la animadversión contra el Gobierno y despertar una ilusión de cambio en los ciudadanos. Si hoy tuviera que apostar mi casa o mi vida al vencedor de las elecciones generales, me daría media vuelta y saldría corriendo. Las opciones de ambos están tan equilibradas que un solo voto puede decidir el nombre del próximo presidente del Gobierno. Cuando hace un mes me invitaron a participar en una porra de periodistas de Veo Televisión, tuve muchas dudas pero accedí. Sólo había que poner un euro. “Ganará Rajoy con 163 escaños”. Esto es lo que escribí en un papel antes de depositarlo en la urna. Mi apuesta salió de la cabeza tras una larga reflexión. La razón me dice que Zapatero debe perder estas elecciones. Es el castigo mínimo que merece después de cuatro años de insensateces, mentiras, imprudencias, banalidades y engaños. Sin embargo, es posible que pierda la apuesta porque los españoles -como buenos sureños y mediterráneos- solemos votar con el corazón en lugar de con la cabeza. Muchas veces nos dejamos llevar por la pasión, una cara bonita, un par de sonrisas y cuatro palabras hermosas. Así elegimos a Zapatero en 2004 y, claro, luego pasa lo que pasa… Quizá este sea el motivo de que el PP haya escogido como lema de campaña “Con cabeza y corazón”. Sea cual sea la razón, no ha acertado. A muchos españoles la cabeza les dice una cosa y el corazón otra. Esta es, posiblemente, la verdadera clave de estas elecciones. Todas las citas con las urnas obligan a escoger entre uno y otro, entre el bueno y el malo, entre el guapo y el feo, entre el malo y el peor. Pero los comicios del 9 de marzo son, más que nunca, una disyuntiva entre dos proyectos políticos, dos maneras de ser y dos maneras de dirigir el país. Cuando Zapatero dijo en 2004 que había otra forma de gobernar, tenía razón. Por desgracia, lo ha demostrado. Ahora llega la hora de la verdad. Llega el momento de que los políticos se callen por fin. Llega el momento en el que hablen los ciudadanos, en el que la democracia se reivindique a sí misma. Llega el momento de que los españoles digamos por fin lo que verdaderamente queremos y que decidamos por nosotros mismos nuestro futuro. Hay que elegir entre simpatía y seriedad, entre improvisación y solvencia, entre locuacidad y cautela, entre Zapatero y Rajoy. Sólo se puede votar a uno. Sólo uno puede vencer. Pero, sea cual sea el resultado, debemos acatar la voluntad de la mayoría. Por eso, cuantos más participemos más justa será la elección. Está en juego el próximo presidente del Gobierno. No elegimos un amigo, ni el novio que querríamos tener. Elegimos a la persona que dirigirá España los próximos cuatro años. Así que no hay excusa para no votar.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito