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ANÁLISIS DE DEPORTES

Consecuencias de una mala planificación

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes03-06-2007

El absurdo que es el fútbol en España tiene pocos ejemplos mejores que el follón que se organiza cada temporada cuando todas las demás ligas europeas –que empiezan casi un mes antes– se van de vacaciones y aquí seguimos aún con el último mes de competición. Después vienen las quejas por los compromisos internacionales de los jugadores, como si el llamado virus FIFA fuese un acontecimiento imprevisto, e imposible de prevenir, cuando las fechas para los partidos internacionales están fijadas desde el inicio de cada temporada. Por eso no me parece mal que el presidente de la UEFA, Michel Platini, piense en sancionar a los jugadores que deciden renunciar a ir con sus selecciones. Eso sí, siempre que tras esa decisión se oculte el interés de los clubes y siempre que se trate de partidos oficiales: con los amistosos, aunque tendrá valor para que el seleccionador de turno haga probaturas, y sobre todo, para que la federación correspondiente le dé glamour y consiga vender más entradas, se debería poder establecer una excepción. El razonamiento del presidente del Villarreal, Fernando Roig, rezuma sensatez cuando afirma que se trata de encontrar soluciones para evitar que el calendario de la Liga se superponga al de otras competiciones, con una alternativa interesante como lo es jugar en el parón navideño –una concesión en el convenio colectivo de los jugadores–; aunque sea comprensible que los profesionales quieran estar con las familias, ése es un buen momento para aprovechar que los aficionados vayan al fútbol y para darle al campeonato un espacio preferente en un momento en que apenas hay otras noticias que normalmente merezcan destaque. Pero no se piensa en mimar el negocio, sino en atender las peticiones de clubes y jugadores, que una vez que hacen las campañas de abonos para recaudar ingresos, dejan en segundo plano al aficionado. Por eso, con dos equipos y 40 partidos por temporada más que cualquier otro campeonato europeo, la Liga de Fútbol Profesional –que es tanto como decir los clubes que la componen– generan menos ingresos que Italia e Inglaterra, ésta con diferencia la liga más rica del continente, y que es capaz de gestionar eficientemente sus recursos para conseguir un contrato televisivo más que jugoso. Y por ahí va el modelo para el futuro: mientras que los clubes españoles quieran seguir sin una figura que centralice verdaderamente sus derechos, la liga que un día fue de las estrellas se convertirá, como mucho, en la liga de los curritos, igualada por lo bajo, con oportunidades para equipos menos poderosos que dan emoción a la liga, pero que hasta cierto punto le hacen perder pedigrí, capacidad de ser recordada, en el extranjero. Y aunque Roig diga que se puede compatibilizar el calendario internacional con una liga de 20 equipos, lo suyo sería reducirla, como todas las demás en Europa, a 18. Porque los partidos verdaderamente disputados son minoría, mal que pese a los equipos de poco presupuesto. Lo que habrá que ver es cómo se las montan para mantener la estructura actual en la Segunda División, todo sea que para evitar la mano dura con quien no quiere verse perjudicado se acabe con un campeonato de 24 equipos y nada menos que 46 jornadas con un calendario de doble partido. Es decir, un mes y medio de vacaciones. El problema no sería tanto organizar el calendario, porque bastantes fechas se podrían comprimir jugando dos veces por semana, sino la capacidad de los clubes para afrontar los gastos extraordinarios en viajes y cuidado de los estadios. Eso y que con tantas plazas, la rotación podría ampliarse –siguiendo con el ejemplo de política ficción– a cuatro plazas. Pero con sólo 14 equipos fijos, la Primera División tendría poca estabilidad. En todo caso, queda claro que alternativas y soluciones existen. Lo que falta es tener ganas de ser responsable y aplicarlas. Que con una Federación Española que no llama al entendimiento, sino que fomenta los desencuentros con la controversia que suscitan algunas decisiones del Comité de Competición, hasta los árbitros se pongan de huelga cuando llegan las jornadas decisivas, ya está bien.

Fotografía de Roberto J. Madrigal