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ANÁLISIS DE DEPORTES

El reverso tenebroso del ‘caso Heras’

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes13-11-2005

Después del revuelo que se formó con las redadas contra el dopaje organizado y a gran escala en el Tour de 1998 y en el Giro de Italia de 2001, el mundo profesional trató de responder a la preocupación por evitar que la caza de brujas llevara al ciclismo a convertirse en un deporte de tramposos. Y sin embargo resulta que, de un tiempo a esta parte, no ha servido para nada. Nos hemos acostumbrado al goteo de nombres. El guión, invariablemente –aunque con mínimos matices a veces–, es el mismo: corredor cazado en un control que clama por su inocencia pero termina condenado a un par de años de suspensión y al olvido del ostracismo. El último y más sonado, Roberto Heras. El grado de rutina entre muchos periodistas es tal que sólo le damos bola cuando el problema atañe a nombres verdaderamente relevantes. En esos casos, la respuesta es siempre igual: montar un debate para analizar las causas, señalar a hipotéticos culpables… y dejar las cosas como están, porque no se hace –realmente– nada por cambiarlas. El crudo enfrentamiento entre la Unión Ciclista Internacional (UCI) y la Federación Española (RFEC) revela el grado de politización que corrompe este deporte y lo aleja de cumplir su verdadera finalidad: velar por la salud de un ciclismo que se ha convertido, más bien, en un grave enfermo que no va a peor por la ilusión de muchos corredores y directores. Sin embargo, tal y como están las cosas, es cuestión de tiempo una crisis que empeore aún más la situación. La proliferación de códigos éticos y las sanciones a los corredores están siendo en la práctica un parche inútil: no siempre extirpar es la mejor solución, por mucho que llamarse Lance Armstrong o Heras suponga una conmoción, incluso una cierta aura de ejemplaridad. Si no se llega al fondo de la cuestión, al desenmascaramiento de las redes de tráfico de sustancias dopantes y a la depuración de las instituciones y los cargos deportivos, se habrá hecho muy poco o nada. Entre tanto, el ciclismo se ha convertido en un deporte elitista del que viven muy bien unos pocos, los escogidos del UCI ProTour, y muy mal todos los demás, que se las ven y se las desean para encontrar patrocinadores y poder organizar carreras, pagar sueldos… Por lo que al equipo Liberty Seguros respecta, la figura de Manolo Sáiz sigue suscitando controversia. Primero, porque no es de cajón que un director no siga de cerca la preparación de los corredores, más aún de su jefe de filas –aunque también Isidro Nozal cayó en los controles esta misma temporada–. Segundo, porque como director de la asociación de equipos e impulsor del ProTour, el cántabro se alineó en las luchas de poder con el ex presidente de la UCI, Hein Verbruggen, y su delfín, Pat McQuaid. Por los indicios, parece que con los favores se consigue una posición de fuerza y también inmunidad. Nada bueno, por mucho que el discurso de apoyar al bueno de Heras y preocuparse por el futuro del patrocinador permita salvar la cara. Es pan para hoy… pero hambre para mañana.

Fotografía de Roberto J. Madrigal