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ANÁLISIS DE ESPAÑA

‘Cinderella Man’ Zapatero

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura4 min
España02-10-2005

Cinderella Man, el hombre que no se dejó tumbar“. Así se llama la última película protagonizada por el actor australiano, Rusell Crowe. La cinta, que todavía se puede ver en los cines, está ambientada en los tiempos de la gran depresión norteamericana y narra la historia de un boxeador de aquellos difíciles años 30. El personaje a quién da vida Crowe es Jim Braddock, una joven promesa de origen irlandés que irrumpió con gran proyección en el mundo del cuadrilátero. Lo tenía todo para triunfar, no obstante, el éxito que le auguraban los entendidos nunca llegó. Su boxeo no terminó de cuajar y afectado por la crisis que siguió al crack del 29 se vio obligado a colgar los guantes. Ahogado por las deudas y con una familia a la que alimentar, Braddock pasó en pocos años del Madison Square Garden al puerto de New Jersey, donde trabajó como estibador. Pero la vida le iba a dar una segunda oportunidad. Con el cartel de vieja gloria regresaría al Garden para participar en una serie de combates a los que había sido invitado para perder. Servirían de preparación a otros boxeadores que aspiraban, nada menos, que al título mundial. Pero pese a su avanzada edad y a su falta de entrenamiento Braddock ganó y contra todo pronóstico se convirtió en el nuevo aspirante al titulo mundial de los pesos pesados. Para ello, debería derrotar al campeón, conocido por su dureza y su juego sucio. Tan es así que nadie le garantizaba seguir con vida después de la pelea. Pero esta vez Cinderella Man no estaría solo. Contaba con el apoyo del pueblo, el de los barrios marginales, el de los trabajadores del puerto, el de las clases bajas, el de los indefensos, en definitiva, el aliento de todos aquellos que se sentían representados por él y considerarían como propia su victoria. Es precisamente ese apoyo lo que definitivamente animó al boxeador a combatir pese al riesgo que suponía. Aquí en España también tenemos nuestro Cinderella Man particular. Se trata del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Después de unos prometedores inicios en el Parlamento como diputado por León, se hizo con la secretaria general del PSOE. Dos años después, Zapatero llegó a la Moncloa convertido en el adalid del talante y del dialogo tras una legislatura de mayoría absoluta de José María Aznar. Supuso una esperanza de cambio para los millones de españoles que le otorgaron su confianza. Para los que le gritaron aquel “Zapatero no nos falles” la noche electoral del 14 de marzo. No obstante, ese sentimiento de esperanza se ha ido tornando en preocupación. En política exterior, España ha establecido una relación de amistad con Marruecos de dudosos resultados. Todo esto, mientras los principales apoyos de Zapatero, el francés Chirac y el alemán Schröder cada vez están más contra las cuerdas. En el ring de la política española, el presidente del Gobierno también se ha embarcado en distintos combates de los que podría salir duramente derrotado. En lo que se refiere al País Vasco, Cinderella Man Zapatero logró vencer al correoso Plan Ibarretxe. A cambio, permitió la presencia de los terroristas en la Cámara vasca en un enfrentamiento, el de la lucha contra ETA, en el que, al parecer, todavía quedan muchos asaltos. Menos minutos le quedan ya al combate que libra contra el tripartito catalán. Como en toda buena velada que se precie, ambos bandos se han cansado de calentar la pelea lanzándose órdagos durante las últimas semanas con declaraciones advirtiendo de que no les da miedo el contrario. Finalmente, desde Cataluña ya han soltado el primer revés en forma de Estatuto. Un texto inconstitucional al que Zapatero tiene ahora la obligación de responder. Ha llegado la hora de la verdad. El presidente deberá ir despejando las dudas de todos estos enfrentamientos y deberá empezar por el más inmediato, la propuesta de reforma estatutaria de Cataluña. Es ahora cuando debe demostrar cual es su idea de España y el papel que en ella juega la Carta Magna del 78. Eso pasa por retocar en el Congreso todos y cada uno de los puntos del Estatut que desbordan el límite constitucional. Pese al riesgo que supone enfrentarse a las fuerzas nacionalistas catalanas Zapatero deberá armarse de valentía. Para ello, podría hacer como Jim Braddock y valerse de la responsabilidad que tiene al ser el representante de todo el pueblo. De los indefensos catalanes que no persiguen la separación, de los extremeños, andaluces o murcianos que no entienden por qué su voto vale menos que el de un ciudadano de Barcelona, en definitiva, la responsabilidad que incluye ser el representante de todos los españoles. Zapatero no nos falles.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio