SIN CONCESIONES
1+1=3
Por Pablo A. Iglesias2 min
Opinión19-06-2005
Ser gay está de moda. Si primero fue el talante, ahora se lleva salir del armario. Zapatero ha lanzado a la fama a los homosexuales con una ley de lo más controvertida. Las parejas de homosexuales quieren tener los mismos derechos que las heterosexuales. Hasta aquí parece lógico. El problema reside en que quieren ser lo mismo pese a ser completamente diferentes. Un matrimonio homosexual jamás será igual a uno heterosexual. Son substancias distintas del mismo modo que el hombre y la mujer son diferentes en esencia. Siendo diferentes no puede llamarse de la misma manera a entidades tan distintas. Como diría Alejandro Sanz: no es lo mismo. No es un debate moral, ni religioso ni semántico. Sólo quien de antemano pretenda atacar a la Iglesia puede reducir la discusión al ámbito de las creencias. En realidad, es una cuestión natural y de sentido común. La diferencia entre una pareja homosexual y otra heterosexual es tan simple como que los primeros nunca podrán tener un hijo común. Siempre necesitarán una tercera persona para engendrar. Así de sencillo y así de cierto. Cualquier comparación con parejas estériles o sin descendencia no es más que un mecanismo de defensa para intentar salvar la frustración de saberse distinto de los demás. El Gobierno, consciente de que tiene perdida la batalla de los argumentos, presenta el matrimonio gay como un signo de modernidad. Promueve la moda de las banderas arcoiris e intenta identificar la samba brasileña con el orgullo homosexual. Zapatero intenta convencer con tácticas tan rastreras como confusas de que ser gay y apoyar a este colectivo es divertido, vanguardista y sinónimo de progreso. Sin embargo, la homosexualidad era una costumbre bien vista en la antigua Roma y no por ello llegó a legalizarse el matrimonio gay. Nuestros antepasados eran conscientes de que la verdadera clave del progreso y evolución de la Humanidad residía en la unión del hombre y la mujer. Sin matrimonio y sin amor entre ambos sexos no existiríamos ninguno de nosotros. Ninguno. Porque, en una pareja heterosexual, la fórmula matemática 1+1 es igual a 3. En cambio, los homosexuales siempre tendrán que recurrir a un donante de esperma o una madre de alquiler para que, con la suma de todos, nazca descendencia. Si en lugar de Adán y Eva, hubieran caído en el Paraíso dos hombres (Adán y Luis) o dos mujeres (Eva y Luisa); la Biblia y la Humanidad se habrían acabado en la primera página. Parece que Zapatero y los homosexuales no quieren darse cuenta de estas diferencias esenciales pero sí discriminan a la hora de escuchar a quienes se manifiestan. Durante la guerra de Iraq, había que obedecer a quienes se oponían. Sin embargo, el Gobierno desprecia ahora con el mismo sectarismo de José María Aznar a quienes toman la pancarta. El talante ha pasado a la historia. La nueva moda impuesta por Zapatero es ser gay. Aunque los heterosexuales sean mayoría, no cuentan para Zapatero.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito