LA RÉPLICA
Jóvenes, millonarios y sin cabeza
Por Roberto J. Madrigal2 min
Deportes21-11-2004
Hacía muchos años que no se veía una pelea de grandes proporciones ni un partido suspendido antes de hora en la NBA. Lo hubo cuando menos se esperaba. Todo comenzó por una falta alevosa de Ron Artest a Ben Wallace, dos tipos duros, que desató una tangana. Cuando ya parecía pacificada, la movida se recrudeció cuando un aficionado lanzó un vaso al jugador de Indiana. El deportista, sin pararse a reflexionar, pasó a invadir la grada e intentó agredirlo. Además, dos compañeros suyos, Stephen Jackson y Jermaine O’Neal, se sumaron a la trifulca contra un público enardecido. Mientras, la patrulla de policía –reglamentaria– se veía desbordada: resultó cuando menos sorprendente que Larry Brown, el entrenador de los Pistons, tuviera que hablar por la megafonía para tratar de calmar al público cuando ya habia conseguido apartar a sus jugadores. La patada de Dennis Rodman a un cámara, los insultos de Karl Malone con un espectador o el escupitajo de Charles Barkley a una niña, sancionados gravemente por la NBA, reflejan la dificultad de la interacción entre el aforo y los jugadores. Pero esos incidentes pasan por travesuras en relación a lo ocurrido en Detroit: una encarnizada batalla, abierta y ensañada, entre varios jugadores de Indiana y parte del público. Éste es el detonante de la investigación que tiene en pie de guerra al comité jefe de la liga, y que ha acarreado una suspensión de todala temporada –72 partidos al menos, la más alta de toda la historia de la NBA– al conflictivo Artest. Y otros como él pueden empezar a poner las barbas a remojar… hay más de uno y más de dos estrellas que se pueden dar por aludidas, empezando por sus compañeros Jackson y O'Neal: 30 y 20 partidos de sanción, respectivamente. La NBA ha visto batallas campales de todos los colores. Las últimas de grandes dimensiones –por el número de implicados– fueron en 1993 y 1994. El comisionado David Stern declaró entonces que atajaría por siempre la posibilidad, no ya de las peleas masivas –hasta cierto punto incontrolables–, sino de que pudieran afectar a los espectadores. En ese aspecto, el de la responsabilidad de los jugadores, la liga está muy sensibilizada. La NBA es consciente hace tiempo de la presencia masiva de jugadores de baloncesto sin formación universitaria, mal educados; chicos en su mayoría de origen suburbano que ante situaciones de tension casi nunca reaccionan con calma. No es un hecho aislado, se trata de una tendencia que llega a contemplar el juego como una intrincada e implacable lucha de fuerzas, algo así como luchar al baloncesto. Ese creciente caldo de cultivo se refleja en partidos duros y broncos en determinados enfrentamientos, que, por desgracia, implican a los vigentes campeones del anillo y de la pasada regular season. La solución es difícil, mucho, y habrá que ver la reacción al bisturí –dígase sanción ejemplar: toda la temporada para Artest– para ver si es de verdad efectiva.