Lincoln

21-11-2012
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Steven Spielberg decidió estrenar su nueva película después de las elecciones americanas para que no se convirtiera en diana de críticas por favorecer a los de Obama o a los de Romney. Cabe mencionar que, aunque Abraham Lincoln perteneciera al Partido Republicano, hoy, dos siglos después, las dos principales formaciones de EEUU luchan por demostrar que son ellos -y no los de enfrente- los que han heredado la política de este “padre” de la historia americana. Un precavido Spielberg, así, ha esperado a la reelección de los demócratas para dar a conocer al personaje de Lincoln al mundo, su faceta más personal y uno de los retos que le llevaron a permanecer en el Capitolio desde entonces: >la abolición de la esclavitud.

Un espléndido Daniel Day Lewis, que sólo acepta contados papeles -y éste lo borda-, interpreta al decimosexto presidente de los Estados Unidos: cercano, familiar e incluso divertido. Su afición por contar historias a modo de parábolas a los trabajadores, su predilección por el hijo menor del matrimonio y alguna discusión con su mujer -en el film de Spielberg, uno de los pocos momentos en que pierde los estribos- recuerdan a un presidente de carne y hueso que, entre tanto, se enfrenta a una de las decisiones más relevantes para la historia del país en medio de la sangrienta Guerra Civil.

Y es que si cabe resaltar uno entre todos los logros del ex presidente durante sus años en la Casa Blanca es la forma en que convence a los congresistas -de uno y otro bando- para votar sí -o “yei” en la época- por la Decimotercera Enmienda. Calma, reflexión y paciencia ante la revolución que amenaza fuera. Una actitud que me recuerda a la de John Fitzgerald Kennedy durante los tensos 13 días de la Crisis de los Misiles (y no sólo por el número). El arte de conseguir un objetivo y la inteligencia para no empujar demasiado y que acabe explotando.

Dicen que Obama ya ha visto la película y que le ha gustado. Quizás haya hecho alguna anotación -a excepción de la “compra de votos” muy dada en la época, todo puede aplicarse en la política actual-: la importancia que da al diálogo, su mano izquierda con los miembros del partido contrario o su deseo de que el resultado juegue en favor del pueblo americano, y no sólo por que finalice una guerra: “Vosotros no habéis jurado al Cielo que destrozaréis al Gobierno. Pero yo he hecho el juramento más solemne para preservarlo, protegerlo y defenderlo”, dijo Lincoln en uno de sus discursos durante la contienda.

Un actor le mató en el teatro Ford de Washington DC para ayudar a los sureños tras la aprobación de la enmienda. Lejos de su intención, consigue alcanzar la meta de Lincoln, ya fallecido. La unión del pueblo y la llegada de la paz sin derramar una gota más de sangre.

Los análisis sobre la reelección de Obama advierten del cambio que ha sufrido el pueblo americano. Que ya no es lo que era, dicen, o que sus intereses no son los mismos. Pero son películas como ésta las que hacen que me reitere en que el ideal primero sigue despierto y que sí es el mismo para todos. Hoy tampoco es necesario derramar sangre para volver a los valores que hicieron de esta nación uno de los grandes ejemplos para el resto del mundo.

Irene Sánchez

Licenciada en Periodismo

Actualmente vivo en Florida

Antes de venir a Estados Unidos, he trabajado en varios medios de comunicación de España

Twitter: @iresanmar


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