El susto del Barça

02-11-2015
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Hay celebraciones que se nos atragantan. Víctimas del ridículo más absurdo y el comentario más soez, nos cortan la digestión y hasta acaban con nuestro apetito. Y no, esta vez no echen la culpa al alcohol. No intenten camuflar lo que la desvergüenza ha propiciado, una metedura de pata en toda regla. ¿Quién no ha vivido esta escena en su propio hogar? Entenderán, entonces, el traspiés el Barcelona. Ese fatídico error de algunos jugadores de la primera plantilla de irrumpir en la sala de prensa del Coliseum Alfonso Pérez, disfrazados y boicoteando la intervención de Víctor Rodríguez . Un equívoco de mezclar celebración con acto de mal gusto; de “graciosismo” con impertinencia. Error garrafal.

 En algunas reuniones familiares, lo inoportuno y la sandez pueden estropear lo que estaba destinado a ser una gran “cena”. Para el Barça, quizás una repensada y atractiva acción de marketing que finalmente salió “rana”. Algo desagradable. Porque a buen seguro que las intenciones eran muy distintas, pero finalmente se vio lo que mostraron: desatino, desagravio, desazón. Cuando varios jugadores de la primera plantilla boicotearon la rueda de prensa de uno de los jugadores del rival, el Getafe C.F., se dejó al descubierto lo que representantes de clubes de tal magnitud y alcance tienen prohibido hacer: la vergüenza. Un boicot, no sólo a un compañero de profesión al que deben “respect”, sino a su club. Esa organización fundamentada en unos “valors” que, con acciones como estas, se desquebraja. Un golpe bajo a sus dirigentes y, sobre todo, a su principal sustento: el marketing.

 Porque, después de este tipo de incongruencias, ¿cómo solventar el descalabro? El perdón es un paso, pero sólo un minúsculo movimiento. A veces, poco útil y nada efectivo. Así que el comunicado de prensa posterior a los hechos de nada sirvió, ni sirve, al F.C. Barcelona. Y dejemos a libre opinión si la acción fue planeada o fruto del equívoco. Lo que sucedió fue, queriendo o no, que sus jugadores se equivocaron. Asustaron no sólo a los allí presentes, sino que complicaron la “vida marketiniana” del club con su actitud. Y a sus mandatarios, que se estremecieron (y si no, que empiecen a hacerlo) ante esta impertinencia de varios de sus jugadores “emblema”. Porque, lejos de un equívoco pueril, esto puede conllevar al club no sólo la pérdida de su respeto a nivel afición, sino a nivel de patrocinios, que escuece más. A buen seguro que ninguna marca quiere verse inmiscuida en acciones de este tipo.

 Si no, pregunten. Todo club de fútbol, séase en este caso el Barcelona, debe respeto a su imagen y a la institución. Y cuanto más respeto muestres, mayor será su valor. Igualmente sucede en el caso contrario. Por eso, equivocarse en esta liga no está permitido. El club ingresa anualmente alrededor de 600 millones de euros gracias al dinero generado con el marketing. Mucho cuidado con lo que hacemos y decimos. Aunque sea cierto que lo humano, equivocarse y reconocerlo, vende, pero siempre y cuando esté justificado. Y este no es el caso. Las críticas generan una grave crisis de imagen que puede repercutir fuertemente en el devenir de la organización. Un susto que, muchas veces, puede ser de muerte.

M. Elena Martínez Quesada

Graduada en Periodismo y Comunicación Audiovisual

Especializada en Periodismo Deportivo (IESPORT)

Máster en Marketing Deportivo y Máster en Gabinetes de Comunicación (UCM)

Redactora de Deportes de LaSemana.es



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