El Mundial seguirá siendo tema del verano. Sí, no se extrañen. Primero, por la fugaz eliminación de la Selección y lo que ello conlleva, y, segundo, por el agravio que ha supuesto su despedida después de multitudinarias campañas de marketing que tienen que decir adiós. Adiós a toda una planificación que, en deporte, es todo un riesgo. Una mezcla de ‘mala suerte’ y fracaso deportivo que deriva en un fiasco monumental, parecido al que todos sufrimos en la lotería de navidad. Caras largas y desilusión.
La otra cara del marketing. Esa que aparece cuando el éxito deportivo hace jugar malas pasadas. Porque, ahora, de lo mucho invertido –ilusiones, tiempo y dinero– tan sólo queda la desolación. Eso y una pérdida monumental de capital. Es lo que tiene invertir, que arriesgas con todo sin pensar. Y lo malo esta vez es que todos han invertido. A pesar de que a nadie le obligan a punta de pistola. Muchos creían fielmente en el éxito de La Roja y sólo unos pocos apostaban por el fracaso, y no a ciencia cierta.
Quizás hasta el pulpo Paul se hubiera equivocado. Pero lo de la Selección, más que un desliz, ha sido un infortunio en toda regla. ¡Cómo nos íbamos a imaginar que caeríamos tan pronto eliminados! ¡Cómo lo íbamos a prever! Pues sí, se podía. Lo cierto es que, bien por la resaca de tanto título o por una pasión que ha sido reavivada estos últimos 6 años, nos hemos dejado llevar. Y tanto va el cántaro a la fuente… Que se rompe. Se hace añicos, se destroza y queda inservible. Como todas estas campañas.
La realidad –en la que habría que haberse fijado– es que todas están pagando por ello. Desde la más mínima acción a través de indumentaria deportiva, al merchandising y promociones para el Mundial –Mediamarkt, Pelayo, Gillete...–. Todas han caído. Por su propio peso y por un imprevisto que, ¡ay amigo!, sucede. Lo mismo le sucedió al país, en materia económica, cuando hace ya tiempo caímos en crisis. ¿Alguien lo imaginaba? No. Pero es lo que tiene el transcurso del tiempo y el devenir de las cosas. Pasa.
Y, en este caso, aunque pocos lo adivinaron, prácticamente se podría dejar entrever. Ya no sólo por un cambio de ciclo que cada vez se veía más cercano, sino porque las competiciones y los años no pasan en balde. Minutos acumulados, lesiones y poca sed de más. Todos los que practicamos deporte lo sabemos: la juventud y lo nuevo con todo puede. Y, sí, para este Mundial era necesario inyectar ese espíritu joven. Más ganas, más sangre caliente y menos pesadez. En definitiva, más acierto.
Y tampoco hace falta ser un sabio para ver que la realidad era esa. Del contexto deportivo siempre se parte al contexto social, y de éste, a las debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades –DAFO– que conlleva la planificación del marketing, y de la vida. Así se debería haber hecho. Pero, ya sabemos, en España o se tira la casa por la ventana o parece que no se llega a ningún lado. Error. Uno detrás de otro. Y, ahora, nos damos cuenta, con la soga al cuello, de que hay que buscar una solución.
La forma de darle la vuelta a la tortilla para que todas estas campañas no desemboquen en una peor situación. Porque ¿creéis que tan sólo fue mala suerte? No, fue mala gestión. La peor. Y ahora, como buenos profesionales que son o pretenden ser, hay que encontrar la fórmula para salir del atolladero. ¿Lo conseguirán? Muchas ya han emprendido el camino y fundamentan en ‘orgullo’ y ‘satisfacción’ todas sus acciones. ¿Será necesario? Miremos, ahora sí, la realidad. Seamos siempre realistas y funcionará.
M. Elena Martínez Quesada
Graduada en Periodismo y Comunicación Audiovisual
Especializada en Periodismo Deportivo (IESPORT)
Máster en Marketing Deportivo y Máster en Gabinetes de Comunicación (UCM)
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