Un monstruo, tal como lo pinta la narrativa común, suele ser un ente extraño capaz de adoptar cualquier forma, normalmente feo e intimidante, dispuesto siempre a hacer el mal. Al menos asi lo ven casi siempre los niños pequeños o incluso pre adolescentes. Sin embargo, hay un chico en concreto, Conor, que a sus trece años puede revivir la increíble historia de cómo el árbol de su jardín se convierte en una horrenda criatura y le visita cada noche para contarle distintos relatos. Si, aunque suene raro, no pretende asustarle, solo quiere que le confiese la verdad, aunque a fin de cuentas, eso es lo que más aterra al protagonista de esta historia, enfrentarse a la verdad, su verdad.
Combinar la más pura fantasía con una trama lo suficientemente dramática como para arrancar la lagrimilla no es tarea fácil, sin embargo con su nueva novela “Un monstruo viene a verme”, el literato Patrick Ness, lo consigue, seguramente sin pretenderlo si quiera. Su principal objetivo era profundizar en una historia sobre la madurez, donde se dan cita las tribulaciones de un niño a quien la vida no se lo está poniendo fácil, un chaval con demasiadas cargas y lastres psicológicos que empieza a abrirse paso en un recorrido existencial demasiado complicado para un chiquillo de trece años que tiene miedo de auto conocerse, como todos en la pubertad, principalmente si esta te despierta de golpe a la cruda realidad de los mayores.
Tratar de abarcar la psicología desde la perspectiva del estudio puro es tedioso y complicado, al igual que lo es escribir hoy dia un cuento capaz de suscitar el interés suficiente como para no catalogarse en puramente infantil. Sin embargo, la mezcla que nos ofrece esta narración es exquisita. La madre de Conor padece cáncer y el terreno en la escuela no mejora demasiado, puesto que sufre acoso por parte de sus compañeros. La mente y el sufrimiento no le dan para más, pero observa que siempre tiene la misma pesadilla, está sujetando fuertemente a su progenitora hasta que despierta por los gritos desesperados con una imponente ráfaga de viento soplando a su espalda y por si fuera poco a las 12 en punto, al anochecer, ese viejo árbol se le aparece y le cuenta relatos, relatos que le invitan a la reflexión, que no son lo que parecen, con ellos el protagonista, que bien podría ser cualquier lector, abre su mente para recapacitar sobre la bondad o maldad del mundo que le rodea.
Lo mejor del escrito es la forma en que está redactado. Combina sencillez con inteligencia y un ingenio desbordante. La película basada en estas páginas ha sido un rotundo éxito de taquilla, sin embargo, la versión en papel le supera con creces, transmitiendo un mensaje y una verdad difíciles para un escritor medio. Precisamente el mayor beneficio de un argumento así está en el poder que ejerce la imaginación de cada uno para llevar a su terreno personal los acontecimientos, como si de un libro de autoayuda se tratase. La cinta, al ponerles rostro y voz a los personajes, resta efectividad al tema. De hecho, la película peca de quedarse un poco en la superficie y tratar de forma ligera un asunto tan capital como la conciencia tranquila y los sentimientos sinceros.
En otras ocasiones la literatura y el cine posteriormente ha creado obras de este estilo para ilustrar de forma ligera y fácil el desarrollo y crecimiento personal, más complejo si se desarrolla en circunstancias traumáticas, como es el caso. Novelas como Un niño grande o Billy Eliot cuentan con un patrón común. Joven desorientado encuentra padrino o motivación para saber quién o porque es así y liberarse así mismo del yugo de la culpabilidad mal entendida o los tan crueles complejos de inferioridad que están a la orden del dia. Una obra maestra de las que quedan pocas y que sin duda cualquiera terminara con gran pesar, una valiosa lección de vida en clave de cuento infantil moralista.
Imprimir
Enviar
Comentar