Los viajes a través del espacio tiempo son una temática más que recurrente en la historia del cine, pero en los últimos años la literatura también se ha sumado a ese fenómeno consistente en estudiar la historia de algún país desde sus orígenes utilizando como excusa algún argumento con cierta historia detrás, ya sea romántica, basada en la acción o tal vez incluso en el misterio. Algunos ejemplos relativamente recientes de títulos con estas características son Dime quien soy, de la autora Julia Navarro, o La sonata del silencio, escrita por Paloma Sánchez Garnica. Ambos ahondan en distintos periodos de los años que vivió España antes y después de su Guerra Civil.
Este tipo de tomos han ido adquiriendo cada vez una mayor fama entre los lectores, incluso entre aquellos que no se declaran demasiado devotos de este tipo de literatura. La última novedad salida al mercado que abarca cuestiones semejantes es Descenso a los infiernos. Se trata del complejísimo proyecto en que decidió embarcarse el historiador Ian Kershaw. Comenzó sorprendiendo al público con una arriesgada y brillantemente documentada biografía de Hitler y ahora acaba de finalizar su obra más ambiciosa.
Al rellenar sus páginas, Kershaw aprovecha para sumergir a todo aquel que esté interesado en un fascinante recorrido por los avatares y panoramas que sacudieron y configuraron Europa desde que se produjera la Gran Guerra hasta llegar a la actualidad. No hay un solo acontecimiento que se pase por alto. Con pelos y señales queda explicada la terrible derrota que sufrió Alemania con el Tratado de Versalles, los años en que se iban fraguando poco a poco, y en un ambiente cada vez más tenso, las revoluciones bolcheviques y el despertar del comunismo. La lenta pero tan arraigada amenaza del nacismo a manos de un dictador tan envolvente como fuera aquel que acabó con las vidas de tantos judíos y, por supuesto, la Gran Depresión Económica que sufrió medio mundo entre ambas contiendas, cuando unos cuantos años antes todo era progreso en aquellos Felices Años 20.
El más completo viaje por la historia que se ha visto en mucho tiempo, y menos en formato de libro. Su mejor cualidad es el detallismo, la exactitud a la hora de narrar los acontecimientos. Igualmente se nota la desenvoltura con el lenguaje, que confiere al resultado final una estética perfecta. La narración se sigue fácilmente y, si bien puede ser que en algunos tramos la minuciosidad se haga excesiva, en líneas generales es una delicia hacerse con un ejemplar de tanta calidad.
El reto a asumir era considerable, ya que, cuando una novela se basa toda ella en documentos no novelados, se suprime esa posibilidad de contextualizar la realidad con algo de ficción, anzuelo al que suelen recurrir los profesionales de la industria en la mayoría de ocasiones. Es una buena decisión dejar que este tipo de trabajos ganen terreno, siempre contribuirán a formar a quienes los lean de un modo u otro y eso se agradece en una sociedad donde se frivoliza con casi todo, también con la literatura.
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