Las Ruinas se van a Barcelona

Por Christian Fernández3 min

No hubo festejo en la capital italiana, como aquel festejo que hubo en 2009 al levantar la tercera. No cantarán sardanas ni lanzarán globos amarillos, pues no hay motivo para ello. Y es que el Barcelona buscó arder Roma, pero Roma no se hizo en un día. Los catalanes dieron por hecho el trabajo en sus tierras, y se llevaron tres latigazos. Dzeko, De Rossi y Manolas hicieron de Zeus, y sus goles de rayos; unos rayos que no tuvieron compasión con su enemigo. En esta historia de pequeños contra gigantes, el fútbol quiso que unos pocos vieran que hasta un dios puede sangrar.

El Barcelona llegó a Roma con la sensación de tener los deberes hechos. Un 4-1 en tierras hispalenses pareció motivo de relajación en el calentamiento previo, y más si la visita del Leganés había encumbrado nuevamente a Messi. Pero el argentino no lo es todo, y este es un deporte de equipo. Y exactamente eso es lo que era la Roma en los instantes de antes del partido. Un equipo que desde la pizarra inicial, volcó todo su arsenal de ataque arriba. 3-5-2 ofensivo con el checo Schick como novedad y el balón echaba a rodar.

El Barcelona se estaba acostumbrando al pequeño campo romanista cuando, de la nada, Dzeko apareció entre Jordi Alba y Umtiti para poner el primero en el marcador. De Rossi puso el pase, y los defensores azulgranas el pasillo. El atacante bosnio entró en el área, como si de la Alfombra Roja se tratase, y batió al arquero alemán con una estirada ante la mirada de la zaga culé. El estadio vibró en ese momento: eso de meter un gol temprano para asustar se había conseguido.

Desde ese momento, el Olímpico de Roma se tiñó de Coliseo. Los gladiadores hacían lo que querían con un conjunto catalán nada cómodo con su juego, y centrando sus oportunidades en su eje de la zaga, en el pequeño argentino. Pero la estrella no fue Messi; Piqué, en esos instantes del partido, era la razón de que la sangre no corriera en el banquillo visitante. Primero a Kolarov. Luego a Dzeko. Y para rematar, a Schick. El central blaugrana se convirtió en una muralla infranqueable.

Pero el paso por vestuarios sentó mal al "3" de Valverde. Cuando Dzeko se quedó solo ante Ter Stegen, Piqué decidió que lo mejor era agarrarlo del brazo y derribarlo; mala decisión. El autor del primer gol cayó al suelo, y el colegiado no dudó en señalar la pena máxima. De Rossi desde los once metros y balón a la jaula. El 2-0 daba el aire que a los italianos parece que no le faltó en los últimos instantes de la eliminatoria.

El Shaarawy dio las piernas que no quedaban en el ataque romano. Un centro del capitán acabó en los pies del egipcio, pero Ter Stegen dio prueba de reflejos y alejó ese balón de la portería azulgrana cuando la grada gritaba ya el 3-0. Entre la euforia local, Messi hizo el único tiro a puerta de los de Valverde; tiro que sin problemas fue atajado por Alisson Becker. Pero habiendo hecho lo más difícil, los gladiadores no estaban por la labor de regalar el triunfo catalán. Y un desapercibido Manolas arrojó la última lanza.

Under la puso desde el córner, y el central griego puso la cabeza. Umtiti fue el mejor espectador en el último de los goles locales. El gol se oyó en toda Italia y, puede ser, que en una gran parte de Madrid. Los hombres de Valverde intentaron la desesperada. Pero si no has hecho los deberes, pocas veces funciona eso de hacerlos corriendo antes de que pite el timbre y venga el profe.

El equipo italiano avanza a semifinales, donde ya espera el Liverpool tras vencer al City de Guardiola. Mientras que uno de los favoritos al título ve como esa penúltima eliminatoria, antes de la gran final, se aleja por tercera vez consecutiva.

Goles:
1-0 Dzeko (6')
2-0 De Rossi (58')
3-0 Manolas (82')