En San José, California, se encuentra la mansión Winchester. La casa ha sido construida durante décadas y aunque la gente crea que este monstruoso monumento es una locura de una mujer perturbada, lo que está construyendo Sarah Winchester realmente es un asilo para cientos de fantasmas vengativos. Y es que la viuda Winchester cree que las almas de todas las personas que murieron por culpa de rifles se dedican a perseguirla y la única forma de estar asalvo es seguir construyendo su propia prisión.
A esta colosal construcción siempre le han sido atribuidos fenómenos paranormales y es una de las más explotadas por los amantes del misterio. Sin embargo han sido los hermanos Michael y Peter Spiering quienes han creado esta primera gran producción, que llega a los cines con Helen Mirren como protagonista apoyada de otros actores como Jason Clarke, Sarah Snook, Eamon Farren y Angus Sampson.
La película comienza cuando al Dr. Eric Price (Jason Clarke), un hombre retirado y adicto a los medicamentos, se le encarga la evaluación mental de Sarah Winchester (Helen Mirren), heredera y accionista mayoritaria del Imperio de rifles Winchester, porque confirma que los fantasmas de aquellos que murieron a manos de las armas la acosan a ella y su hijo Henry, que conviven en la casa.
El espectador será guiado por el doctor Price en una trama que recoge apuntes e historietas de aquí y de allá de los relatos de los años 20 que rondaban sobre la casa y los ponen en común con un tono de misterio reflejado en una fotografía lúgubre y azulada de escenas de interiores de la mansión grabadas en medio de la noche.
Sin embargo la historia no acaba de convencer ni a aquellos que oyen por primera vez la historia ni a los expertos que tratan de ver terror en el cine. La trama es simple y superflua y su terror se basa en los tradicionales golpes de sonido o apariciones repentinas.
La película, en contraposición con la casa, carece de profundidad. Es cierto que ofrece cierta visión crítica contra las armas que se muestra en el discurso de Sarah Winchester al rechazo de su mera existencia, pero es una idea que apenas se desarrolla.
Ni siquiera el propio decorado de la casa consigue transmitirte la sensación laberintica y de agobio que debería y muchos de sus recursos quedan desaprovechados, como los famosos intercomunicadores, que fueron en su momento una excentricidad tecnológica más pero que en la película llegan a ser innecesarios.
Y es una pena, porque una película así podría haber triunfado rotundamente si se hubiera explotado un poco más. Para empezar tiene a una dama como Hellen Mirren que con un poco de tirón mediático llena las salas de cine. Y la tenemos nada más y nada menos que en una casa victoriana, contruída en lo que parece ser una locura de culpabilidad por aquellos que han muerto a causa de las armas en Estados Unidos. Una mexcla como esta podría haber sido la descripción perfecta del dilema actual de la segunda enmienda estadounidense, pero por lo único por lo que destaca esta película es por lo que podría llegar a haber sido.