FE DE ETARRAS (Borja Cobeaga, XXII)

Cobeaga apuesta por el humor negro sobre ETA

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Fe de etarras

Director: Borja Cobeaga

Actores: Javier Cámara, Julián López, Miren Ibarguren, Gorka Otxoa

Género: Comedia

Duración: 90 minutos

País: España

Año: XXII

Borja Cobeaga es el responsable de esta comedia inteligente que trata, con quizás poco tacto, la realidad española de 2010. Cuando la amenaza terrorista de la organización nacionalista etarra seguía viva, un año antes del anuncio del cese de su actividad.

Al margen de lo que se pudiera pensar por toda la polémica suscitada por su insensible campaña publicitaria -el mensaje de "yo soy español", tachado en rojo, que podría emular la sangre de todas las víctimas de la banda terrorista ETA- el filme no trata propaganda antiespañolista, solo ridiculiza a la organización y deja a sus integrantes por los suelos.

Un veterano en la banda que esconde su cobardía echando la culpa de todo a España, interpretado por Javier Cámara, el líder del comando protagonista ni siquiera es de País Vasco, sino de la Rioja. El resto del grupo etarra no difiere mucho con las rarezas de su capitán, el personaje de Julian López tampoco tiene sangre vasca. Se trata de un obrero de Albacete, que abandonó su vida y su empleo para convertirse en terrorista, y probar así la adrenalina de estar en las trincheras. Por último, el comando lo completan Gorka Otxoa y Miren Ibarguren, que interpretan a la clásica pareja consolidada, que no está preparada para poner nombre a su relación y toman el apelativo de "compañeros" como eufemismo de "casi matrimonio".

La aclamada Patria de Fernando Aramburu avivó el recuerdo, este 2017, de una época oscura para España. No obstante, lo hizo de forma delicada, y con una prosa merecedora del Premio Nacional de Narrativa, por lo que a nadie le sentó mal que una obra maestra tan cuidada retratara la angustia de aquellos tiempos de miedo, muerte y sufrimiento.

Los guionistas de la última apuesta de Netflix España no tratan con la suficiente delicadeza el tema y el pasotismo con el que llevan la historia puede llegar a afectar a quienes vivieron aquella época.

Pasando por alto el inadecuado trato del contexto, las risas están aseguradas. La película es tronchante y dinámica sin caer en la mediocridad, juega con los estereotipos vascos sin rozar los extremos de la película de Ocho apellidos vascos o su secuela catalana.

Su corta duración (90 minutos) hacen que uno no se aburra ni se pierda en el hilo de la trama, donde unos etarras compran banderas de España, corean y animan a su país en el mundial y aprenden a vivir en comunidad con un vecino facha y una vecina experta en comida tradicional española.

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