LADY MACBETH (William Oldroyd, XXII)

Una antiheroína rusa que desprende una pasión insuperable

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Lady Macbeth

Director: William Oldroyd

Actores: Florence Pugh, Cosmo Jarvis, Paul Hilton

Género: Drama

Duración: 89 minutos

País: Gran Bretaña

Año: XXII

Conviene aclarar que esta lady no es la reina escocesa de Shakespeare sino la antiheroína de una novela rusa de Leskov que Shostakovich convirtió en ópera y el polaco Wajda adaptó al cine hace ya medio siglo. Lady Macbeth se ambienta en la Inglaterra del siglo XIX, lo que puede inducir a confusión, y en cierto sentido ambas ladies se parecen en su ferocidad, pero ahí acaba la conexión. Lo que importa es que esta ópera prima de William Oldroyd con una joven actriz (Florence Pugh) que debuta como protagonista -doble revelación-, es algo muy parecido a una pieza maestra.

El realizador, curtido en teatro y ópera, traslada al espectador a la Inglaterra victoriana para retratar hasta dónde puede llegar la crueldad de una mujer que quiere ser libre. Katherine (Florence Pugh) vive angustiada por culpa de su matrimonio con un hombre amargado al que no quiere y que le dobla la edad, y de su fría y despiadada familia. Cuando se embarca en un apasionado idilio con un joven trabajador de la finca de su marido, en su interior se desata una fuerza tan poderosa que nada le impedirá intentar conseguir lo que desea.

La fuerza del personaje, encumbrado por Florence Pugh, es la historia en sí, de ella bebe la trama, la acción y la rebeldía del espectador. Desgarradora, agreste e impactante la fuerza con que el director enseña la búsqueda de la libertad, desde la vivencia propia de la protagonista para ver la ruptura con lo establecido en una ínfima vida sin relevancia. Los instintos primarios se antojan impactantes, pero la supervivencia se abre paso en las actuaciones, desgraciadas e indiscutiblemente degeneradas, buscando la decisión del que ve en juzgar o ser juzgado. No es una simple historia de amor, ni de rebeldía, es la fuerza de un ser que desconcertada con lo que tiene y busca lo que quiere tener. Las circunstancias las supera y la relevancia está en cómo y por qué. Visualmente bella y fría, alegóricamente con matices indescriptibles, que busca la sinrazón del espectador para ser capaz de no criticar sin más.
Oldroyd ha explicado el motivo por el que escogió este relato para su ópera prima, y fue precisamente, el personaje de Katherine: “He dirigido obras de teatro con el espíritu de mediados del siglo XIX y los personajes femeninos o bien se suicidaban, o huían. Pero lo interesante de Katherine es que decide resistir, oponerse”.

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