La Novena Sinfonía de Beethoven es, posiblemente, una de las más grandes obras que el mítico músico compuso jamás. Mundialmente conocida y utilizada en un millón de ocasiones como banda sonora de películas o recurso auditivo es capaz de despertar toda clase de emociones a los amantes de la música e incluso a los menos forofos de la materia. Son mínimas las personas que no conocen el tema y también muy pocas las que son capaces de escucharlo sintiendo indiferencia. Como icono musical se ha ganado toda la atención del mundo. Pero, ¿Y si se convirtiera en una danza?
Ya en 1964 el afamado compositor Maurice Bejart quiso convertir esa maravillosa pieza en un baile y en su momento los más expertos le tacharon de loco, creían que la idea era un absoluto desvarío, prácticamente un alboroto para la memoria del propio Beethoven. Tiempo después se comprobó que las reacciones habían sido diferentes y que la coreografía cosechó tal éxito y admiración que le encumbraron a todo lo alto de su categoría como virtuoso. Lo que en un principio parecía la ruina segura término siendo el salvoconducto para una carrera cuajada de existes.
Ahora, años después de la gran proeza a manos de Bejart, su sustituto al frente de la compañía Ballet del S XXI, Giles Roman quiso volver a revivir esa aventura y retomar el ansiado proyecto, pero esta vez con sede establecida en Lausanne (Suiza) Es precisamente aquí donde entra a asumir su papel la cineasta española Arantxa Aguirre, tomando la gran responsabilidad de recrear nuevamente la misma magia de hace cincuenta años. Resultado de su esfuerzo nace Dancing Beethoven, un documental que recrea con extraordinaria fidelidad el día a día en una compañía que la directora conoce perfectamente tras haber realizado con ellos varios cortos y largometrajes. Su nueva obra se ha estrenado, con el merecido reconocimiento, en la Semana Internacional de Cine de Valladolid.
La propia Arantxa reconoce que el suyo no ha sido en absoluto un trabajo sencillo. En las entrevistas concedidas admite que se ha visto sometida a muchísima presión en busca del trabajo perfecto. Recuerda el estrés al que debió enfrentarse en su día Bejart siendo pionero a contra corriente y teniendo en sus manos la adaptación de algo tan especial como la novena sinfonía y ella revela haber sentido algo semejante: “ Todo el mundo conoce a Beethoven y el nivel de exigencia es inmenso. La obra tiene multitud de interpretaciones y se ha usado en mil contextos”. Además habla de la pieza con especial admiración y respeto apostillando que debe valorarse sobre todo el virtuosismo del músico, atormentado e incapacitado para disfrutar de sus propias maravillas, pero dispuesto aun así a dirigir un canto a la esperanza, el progreso y la alegría.
El trabajo se ha venido alargando nueve meses de rodaje y otros tantos de montaje, viajando por todas partes, entre ellas Tokio, donde todo comenzó, para terminar creando algo único que solo los amantes de la música clásica podrán llegar a apreciar. Este documental se sirve de una joven espectadora, Malya Roman, para hacerla pasar por el hilo conductor del proceso y esta termina siendo el alter ego de la directora. Actuando como testigo de cada ensayo, cada parte del montaje, desde una mirada encantada y subjetiva siempre abierta a cualquier nueva reinterpretación para guiar de una forma original al espectador a lo largo de cada entresijo del apasionante viaje.