Actores: María Pedraza, Pol Monen, Natalia Tena, Greta Fernández, Gustavo Salmerón, Nacho
Género: Romantico
Duración: 120 minutos
País: España
Año: XXII
Dicen que el primer amor es especial, que cambia el mundo de quienes lo viven. Tan lleno de pasión, desbordante, adorablemente pegajoso. Él vive para ella y ella respira por él. Todos los jóvenes pasan por esa etapa antes o después. Esos años en los que nada importa excepto la persona a la que tienes el inmenso, casi surreal orgullo, de llamar pareja. Solo quieres estar en su compañía y todos los males se hacen menores si los pasan de la mano. Sin embargo, un rosa fuxia muy saturado puede convertirse fácilmente en morado. Es entonces cuando aparecen los celos, las observaciones meticulosas y absurdas, los sentimientos de posesión… y con todo ello atraca en el mar de la felicidad un barco con el sufrimiento en el palo mayor… ya no es todo tan bonito e ideal como en un principio se dibujaba.
Precisamente de esta transición entre el cuento de hadas y la cruda realidad habla Amar, el nuevo proyecto del corto metrista español Esteban Crespo, que decide aventurarse con una película de larga duración y bastante compleja desde el punto de vista argumental, dicho sea de paso. Ya merece un primer aplauso por reunir el valor de traspasar un campo donde se ha hecho merecedor de mil halagos y cruzar la línea de fuego en un terreno hasta entonces inexplorado para escrutarlo intentando reflejar una realidad tan compleja y rabiosamente actual como las relaciones amorosas primerizas.
Más allá de contar la típica historia donde todo comienza entre algodones y se tuerce a base de sentimientos enviciados y malas interpretaciones, intenta recorrer otro trecho explicando todo lo escondido tras las primeras impresiones, aquello que pocos filmes se dedican a ilustrar, quizá por considerarlo demasiado explícito o incluso de mal gusto. Algunos psicólogos especialistas hablan de la primera etapa del amor comparándola con un teleférico, esa atracción que te alza allá donde no existe fronteras. Esta fase inicial va seguida por la denominada fase “túnel”, aquí empiezan las complicaciones. Aquí hay únicamente dos caminos, encontrar la salida, sinónimo de pareja bien avenida y reforzada o el laberinto eterno, donde quedan embrollados aquellos que no logran lidiar con inseguridades varias o hábitos insanos e irrespetuosos.
Pues bien, Crespo ofrece esta explicación a base de interpretaciones más o menos lucidas, pero eso sí, a su favor es necesario reseñar que no escatima en detalles escabrosos a la hora de mostrar a las víctimas potenciales y enamoradizas de una sociedad precoz ante las consecuencias de los noviazgos repentinos sin base sólida.
A lo largo de la película el espectador asiste a la evolución personal y compartida de Laura y Carlos. Son ejemplos muy validos del hoy por hoy. No obstante las dotes interpretativas de los actores que les dan vida, Pol Monen y María Pedraza, podrían haberse cultivado mejor, su bien es cierto que ella resulta más creíble. Pese a su aportación positiva, el resultado final adolece falta de realismo, algo vital para el desarrollo y características que la trama pretendía. Existe un segundo problema, el excesivo efectismo que busca otorgar el director a su creación. Con una fotografía y planos especialmente esmerados, transmite un impacto visual tan cautivante como cargado en algunos puntos.
Se juega demasiado con ese refrán de “Una imagen vale más que mil palabras” para hacer pasar el proyecto por una provocativa galería de imágenes tan trabajadas como subidas de tono cuyos representantes no están a la altura. Estos dos puntos negativos repercuten en que el público salga del cine con la sensación de haber asistido a un espectáculo realmente bueno, pero con un guion flojo al que no se le saca todo el jugo al que se prestaba en un inicio. La valoración aun así es regular y aunque parezca demasiado puede aportar un par de lecciones al espectador dispuesto a ver algo distinto.