EDDIE EL AGUILA (Dexter Fletcher, XXII)

Premio al peor intento

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Eddie el aguila

Director: Dexter Fletcher

Actores: Taron Egerton, Hugh Jackman, Christopher Walken, Keith Allen, Jim Broadbent, Tim

Género: Comedia

Duración: 105 Minutos

País: Gran Bretaña, E

Año: XXII

Historias que hablan de auto superación, películas motivadoras, dramáticas aunque no por ello menos inspiradoras. Los espectadores han visto más de dos o tres veces filmes de este tipo, la mayoría de estos consiguen su objetivo recurriendo en buena parte de ocasiones a la obligada dosis de accidentes, tristezas y obstáculos infranqueables. Sin embargo con Eddie el águila el asunto cambia. Se trata de una producción dirigida por el inglés  Dexter Fletcher.

La cinta retrata fielmente la vida de Michael Edwards, reconocido y recordado en la historia deportiva reciente por convertirse en el primer británico que participo en los Juegos Olímpicos de Calgary celebrados en 1989. No se ganó un puesto tan prominente gracias a sus triunfos o logros en el terreno deportivo, sino que su fama mundial vino dada precisamente por lo contrario. Su torpeza, timidez, extrema bondad y cierta inocencia quizá algo peculiar le permitieron convertirse en un personaje tan peculiar como extraordinario, a la vez odiado y amado, pero como suele decirse, la clave está en que hablen de uno, el modo es algo secundario.

Este joven no cejo en su empeño hasta alcanzar el sueño que persiguiera desde su más tierna infancia, y no lo tuvo en absoluto fácil, nadie daba un centavo por él, pero pudo callar cada comentario a su carismática manera. Hasta aquí tenemos un producto muy similar a otros de la especie y en efecto no difiere lo suficiente en lo que a argumento se refiere. No obstante el kit de la cuestión no está en la trama sino en cómo se cuenta esta. Los responsables debieron considerar que su fuerte debía radicar en el gran potencial de una figura tan singular cuyas andanzas nunca antes fueron adaptadas en la gran pantalla.

El actor cabeza de cartel demuestra su valía en el séptimo arte con creces. Derrocha espontaneidad y se mete en el papel protagonista de forma inmejorable. Disfruta dando vida a este soñador taciturno y empedernido. Sus compañeros de reparto no tienen nada que envidiarle. Saben humanizar a cada componente del relato con ese encanto que solo son capaces de captar los cuentos tradicionales. Y es que al fin y al cabo eso termina siendo este experimento. Una fábula sobre las fortalezas y debilidades del hombre y una alegoría metafórica que hace gala del famoso refrán filosófico de Ortega y Gasset. “Nada es verdad o mentira. Todo depende del color del cristal con que se mira”. Entendiéndose así el trasfondo tras tanto tropiezo y malentendido. Él no lo veía asi, cada caída suponía una nueva oportunidad.

Se corría el temido riesgo de caer en la monotonía narrativa. Tenían mil lugares comunes a evitar. Peligro esquivado. El mejor mérito es darle la vuelta a algo que a primera vista podía interpretarse como un cumulo de tragedias e injusticias, el encanto reside en aprender, y seguro que el espectador lo hace, a aceptar las debilidades que cada uno tiene y convertirlos en arma arrojadiza para evitar que los demás lleguen a conocer.

Un soplo de aire fresco que beneficiara sin duda a la empresa cinematográfica, que últimamente parece abastecerse sobre todo con las ultimas super producciones en torno a héroes y villanos. De vez en cuando viene bien alguna lección realista, aunque suponga dejar por un momento de lado los efectos especiales o los llenazos masivos. Merece la pena, aunque solo sea darle una oportunidad por ver lo mismo de siempre como nunca antes para intentar salir de la sala renovado.

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