Actores: Pauline Etienne, Taichi Inoue, Alice de Lencquesaing, Hiromi Asai, Mihoko Suzuki
Género: Romántico
Duración: 100 minutos
País: Bélgica, Franci
Año: XXII
La nueva producción francesa Romance en Tokio, dirigida por Stefan Liberski, se basa en la novela Ni Eva ni Adán, cuya protagonista es Amelie. Su historia comienza cuando esta joven belga decide regresar en su veintena, al Japón que la vio nacer para dar allí clases particulares de francés. Su primer y único alumno, Rinri, se convertirá pronto en el mejor guía de una ciudad que la chica no recordaba tan bien como pensaba, o que, al menos, él enseña a su modo. Pronto surgirá una relación encantadora entre ambos.
En cuanto comienza el film, todo espectador se da cuenta de que está ante una comedia típicamente costumbrista, cuyos principales puntos de humor nacen a raíz de las marcadas diferencias entre dos mundos tan dispares como puedan ser Francia y Japón. Cada gag viene acompañado del chiste fácil que apela a la extrema educación que se estila en tierras niponas o a ciertos problemas con los acentos. No obstante, el hecho de que sus cimientos humorísticos sean clásicos, no le resta efectividad y es fácil darse cuenta de que el resultado final resulta bastante aceptable.
No obstante, es en la parte romántica donde la película saca todo su potencial gracias a dos actores protagonistas que logran enamorar con su interpretación, a la vez que desprenden un optimismo y química en pantalla muy poco comunes. Hacer referencia a largometrajes similares no siempre es positivo, sin embargo, en este caso suena inevitable que la estética general traiga al público recuerdos de aquella Amelie Poulain a la que dio vida Jean Pierre Jeunet. Esa chiquilla despreocupada de sonrisa y mirada singulares, extravagante vestimenta y costumbres poco menos que peculiares guarda más semejanzas con la heroína de esta cinta aparte de su nombre de pila.
Bravo por la maestría y un aplauso por lograr estampar similitudes tan marcadas y llevarlas a un terreno personal completamente diferente, pero, y este último comentario parece inevitable, es verdad que la moda de aquel exitazo cosechado en 2001 por la simpática muchacha que rompía con tanta maestría el caramelo de la crema catalana, fue indiscutible en su momento, no obstante, conviene recordar que han pasado más de diez años desde aquello y tal vez traer al presente algo que ya tuvo su boom no parece la mejor opción.
Aun así, el balance general puede considerarse de aprobado alto. Queda difícil alcanzar un triunfo tan sonado como el obtenido con otro filme que saca el máximo partido a los chistes de lugareños como es Bienvenidos al norte, o a comedias amorosas tan desternillantes y frescas como Los seductores, pero el esfuerzo se valora y el dinero no se tira. La clave está en su atemporalidad, porque una historia de amor bien documentada y con personajes tan inocentes y de buen corazón siempre se agradece en esta sociedad donde los taquillazos abusan de los recursos fáciles y las bromas ordinarias. Esta es toda una oda a los romances inocentes que, por suerte, y pese a estar en peligro de extinción, aún no han llegado a desaparecer.