Camino a la escuela supone un avance para el cine común en muchos aspectos. Se desmarca de la película corriente que se estrena en los cines cada semana. Es más bien un documental ideado y dirigido por el francés Pascal Plisson que explora las posibilidades de futuro y los índices de aprendizaje y esfuerzo en zonas del mundo donde los niños no tienen ni la mitad de posibilidades con las que pueden contar los jóvenes en entornos más desarrollados.
El argumento gira en torno a las andanzas reales de cuatro chavales, Carlos, Zahira, Jackson y Samuel viven en rincones muy distintos, Argentina, Kenia, Marruecos e India, pero comparten un ideal común y este es su maravilloso afán por aprender en medio de un entorno de analfabetismo y hostilidad. Sus escuelas se encuentran a mucha distancia de casa y cada día deben hacer frente a innumerables obstáculos para llegar a ella, pero no pierden la ilusión, pues son conscientes de que es la única oportunidad que se les presenta de formarse un futuro prometedor.
Esta es una cinta con corazón, un largometraje capaz de emocionar que comunica y enseña más de lo que parece a primera vista. De hecho, algunas de sus instantáneas han sido valoradas como las m más conmovedoras del séptimo arte en los últimos tiempos. Se trata de una película que aborda de cerca los valores más importantes de la vida y los sentimientos más humanos, pues la trama no se centra solamente en los viajes de ida y vuelta de los chavales, sino también, y de forma destacada, en todo el apoyo y comprensión que le brindan sus seres cercanos.
Plisson confiesa que la idea le llegó de repente. “Yo estaba en Kenia por necesidades de un rodaje y a lo lejos vi a cinco muchachos con pesadas bolsas, cuando le pregunté a uno que había dentro, me enseñó orgulloso un par de materiales de colegio. Hacía dos horas que habían salido de casa y seguían caminando con el sofocante calor”. Por lo que se ve busca el acercamiento, la comprensión y la sensibilización de un entorno donde cada vez es más complicado hacerse valer y para eso se sirve de la inocencia y ganas sin malear de los protagonistas,. Se supone que debe funcionar como una inyección de motivación para los espectadores. “Estos niños simbolizan la esperanza y la fe de su país”, añade su director, orgulloso.
Han sido varios los organismos que quisieron tomar parte de este significativo proyecto. La UNESCO y UNICEF son los más influyentes. Así pues este es un acto de compromiso. Incluso se han programado pases para diversos colegios previos a su estreno. Las interpretaciones son fabulosas, la fotografía sabe estar a la altura de algo tan ambicioso y la historia transmite todo lo que busca. Acercarse a verla es muy recomendable, eso sí, uno debe entrar sabiendo que se va a enfrentar a una proyección dura y fuera de lo común, pero que merece la pena después de todo.
Comentar
Imprimir
Enviar