Nacional  La Semana que vivimos - Del 29 de mayo al 4 de junio de 2000 - Número 161  

Una muesca más en la culata

La Semana.- Jesús María Pedrosa, concejal del PP en el ayuntamiento de Durango, venía de presenciar un partido de baloncesto y, cerca del número uno de la calle Fray Juan de Zumárraga, fue disparado por la espalda, en la nuca, por un cobarde asesino. Pero Jesús María es sólo el último. Una muesca más en la culata de sus asesinos. Un número más en el libro negro de los terroristas. El nueve, en la página iniciada contra miembros del PP en 1995, con Gregorio Ordoñez. El cinco, en la página encabezada por el teniente coronel Pedro Antonio Blanco García, primer asesinado desde que ETA dio por concluido el alto al fuego.

Blanco García, el pasado 21 de enero en Madrid, esperaba en la acera a un compañero, para marchar juntos, como cada día, al trabajo. Pero se lo llevó por delante la explosión de un coche bomba con 20 kilos de dinamita. Esta explosión mortal fue seguida de otra, de un segundo coche, que no tuvo consecuencias. Fernando Buesa Blanco, secretario general del PSE-EE en Alava, y su escolta, el ertzaina Jorge Díez Elorza, perdieron la vida el 22 de febrero, tres días antes del comienzo de la campaña electoral. ETA escribió con sangre y metralla su programa electoral al hacer explotar en Vitoria un coche bomba cargado con 20 kilos de explosivo.

José Luis López de La Calle, columnista de la edición Euskadi de El Mundo, regresaba a su domicilio tras tomar un café y comprar un buen número de periódicos. Cuando sacó las llaves para entrar en su casa dos asesinos le asestaron varios disparos a quemarropa. El pasado 7 de mayo, en Andoain (Guipuzcoa), un paraguas rojo quedó sin dueño y una familia sin su cabeza. Otros corrieron mejor suerte. El 6 de marzo -seis días antes de las elecciones generales- un coche bomba con 40 kilos de explosivos estalló al paso de un vehículo de la Guardia Civil en el barrio donostiarra de Intxaurrondo.

Una agente resultó herida grave y otro guardia civil y seis civiles, heridos de menor consideración. El 27 de marzo Carlos Herrera recibió un mortal regalo en el interior de una caja de puros: 250 gramos de dinamita. La Policía de Sevilla pudo desactivarlo sin peligro para el periodista de Radio Nacional. El 25 de abril, un compañero de Herrera, Jesús María Zuloaga, especializado en información de terrorismo y subdirector de La Razón, recibió un paquete bomba camuflado en la novela Crimen y Castigo. La esperp´ntica ironía etarra no llegó a consumarse, ya que el paquete fue detectado por los servicios de seguridad del diario y explosionado por artificieros de la Policía.


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Última actualización: Domingo, 4 de junio de 2000