Nacional  La Semana que vivimos - Del 1 al 7 de mayo de 2000 - Número 157  

Siempre al servicio de la libertad


La Semana.- Cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco fundó el foro de Érmua. De José Luis decían que era un antifascista y, efectivamente, estuvo cinco años en la cárcel por participar en la resistencia antifranquista. Militó en el Partido Comunista, colaboró en la creación de Comisiones Obreras y en la fundación de Izquierda Unida Batua. Era un hombre activo siempre que en todos los momentos de su vida puso su dinamismo y su vitalidad al servicio de la libertad.

A cambio, recibió la represión y la censura, incluso física, de aquellos que temen el ejercicio de los derechos y libertades de la democracia, cuando no la había y cuando, supuestamente, la hay. Ha sido víctima del hostigamiento de Jarrai, de las lluvias de cócteles molotov sobre su hogar; ha visto su nombre escrito en los pasquines que volaban las calles de su ciudad, Andoaín, junto a los de otros proscritos a los que ETA persigue y mata. Todos los días compraba ocho periódicos, las tarimas y los altavoces de quienes, como él, ponen su saber, su pluma y su esfuerzo diario al servicio de la libertad.
José Luis estaba casado, tenía 62 años y dos hijos. No se amedrentó a pesar de las constantes amenazas: "Yo seguiré trabajando. Está en crisis la libertad.(...) No podemos renunciar a la libertad, ninguna persona y menos aquéllos que llevamos luchando por ella más de 40 años". Pedro J Ramírez, director de El Mundo, manifestó que, de haber tenido escolta, José Luis aún estaría vivo. Lo cierto es que José Luis no quiso escolta. "Era un hombre de izquierdas" dicen sus allegados, muy cercano al PSOE en los últimos tiempos. Respecto al PNV y la actual situación en el País Vasco, en una entrevista para El Mundo, declaraba que "un grupo de dirigentes del PNV elaboró una falsa e interesada teoría y se la creyó.
Pactaron con ETA convencidos de que, con la tregua, arrollarían electoralmente al PP y al PSE. Se veían como los destinatarios de la historia para acabar con el terrorismo y, a la vez, como los artífices de la consecución de las aspiraciones máximas del nacionalismo. Se equivocaron. Es frecuente oír decir que les movió la buena voluntad, pero no fue así. Iban a lo suyo. A este grupo de iluminados, entre ellos Ibarretxe, no les importaba pisotear el consenso que propiciaba el marco estatutario, ni el deterioro de las libertades.
Esto y la continuidad de los atentados explican que miles de ciudadanos hayan repudiado a gritos al PNV y pedido, por primera vez en la historia, la dimisión del lehendakari". "Se anhela el cambio" escribía en su última columna publicada en El Mundo. Sí. Se anhela el cambio. Se anhela el fin de la muerte como castigo al ejercicio de la libertad.
[7-5-2000]


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Última actualización: Domingo, 7 de mayo de 2000