PERSPECTIVA
El precio de la paz
Alberto Escalante.-
Dice el obispo de San Sebastián, Monseñor Setién, que la paz tiene un precio y que los negociadores tienen que determinar cuánto están dispuestos a pagar. Si no tuviera precio, no sería tan complicado llegar a la paz. Dice el obispo que terroristas y demócratas deben ponerse de acuerdo en los términos y saber de qué están hablando. Dice, dice, dice. Bien es cierto que las palabras no son armas, pero pueden ser igual de dañinas para el proceso de paz.
El poder de la palabra es aun superior a cualquier otro, incluido el de los obispos. Por eso habría que tener más cuidado con lo que se dice, máxime cuando se es una de las personas más influyentes en el País Vasco. El discurso de Monseñor está demasiado cercano a las tesis de los etarras. Peligrosamente cercano, diría yo. Se parecen mucho a las lamentaciones de HB por las detenciones policiales que son "malas noticias" para Euskadi. Le recordaría al representante papal que los derechos no se pagan, se ganaron hace mucho tiempo, y la paz es uno de los principales derechos de cualquiera. Nadie puede poner un precio por algo que ya hemos comprado hace mas de 21 años con la Constitución.
¿Por qué hay que pagar por recuperar algo que nos han quitado? Por poner un ejemplo probablemente muy tonto e inexacto, es como si nos robasen el coche y pagásemos al ladrón el precio del vehículo para recuperarlo. Lo que hay que hacer es buscar a ladrón, detenerle y devolver el coche a su dueño. Jamás se puede negociar con el ladrón el precio del rescate del coche. La paz, insisto, es un derecho, igual que es un derecho el de la palabra: la de Setién, la mía y la de todos. Por eso Monseñor habla y yo le contesto, aunque los receptores de sus mensajes sean mucho más numerosos que los míos. Obispos tiene la Iglesia. Amén.
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