LA IMAGEN DE LA SEMANA
La batalla del milenio
Álvaro Abellán.-
La guerra chechena ya no vende, los terremotos han cesado y la precampaña electoral es más aburrida que nunca; sólo el desafortunado comunicado de ETA ha conseguido apartar de los medios de comunicación el estéril debate de lo que se ha convertido últimamente en la batalla del milenio: el 2000 contra el 2001. La ausencia de noticias comerciales casi hace de esta cuestión una serpiente de otoño-invierno, como el eclipse lo fue del verano.
Sin embargo, la batalla la ganó el 2000 desde el principio. El consumismo apostó por él, por estar más cerca en el tiempo. Ya veremos si cuando pase éste y llegue el 2001 no cambia el discurso. Luego apareció la gastada fórmula de el último X del milenio; incluso los apocalípticos eligieron la magia de una cifra tan redonda. Lo que no me esperaba es que Kaplan, un pretigioso matemático, apostara también por el 2000. Claro, tanta especialización le hacer creer que, como existe el número cero, existe el año cero (algo absurdo para cualquiera con los pies en la tierra).
Con los comercios, la prensa, la publicidad, Nostradamus y hasta los matemáticos a favor del 2000, poco tiene que hacer el 2001, sólo defendido por el Rey. Defendido, además, con esa llaneza que le caracteriza: si Jesucristo nació en un instante cero (que no en un año cero) él celebró su primer cumpleaños en el año uno de nuestra era; cumplió los 30 en el 30, y hubiera cumplido los 500 en los 500 y los 2000 en el 2000. Es decir, que él hubiera acabado su segundo milenio de vida en el 2000, y empezado el tercero en el 2001.
Ante la obviedad de este razonamiento, que ya defendió mi colega Alberto Escalante en estas mismas páginas, ¿Por qué, entonces, el debate? ¿Acaso es vital saber cuándo cambiamos de siglo? No. Salvo para quienes quieren hacer dinero o vender sensaciones con ello. Por eso tanto defensor del 2000. Y sólo unos pocos del 2001, que no queremos dejarnos engañar por la propaganda, y a los que nos duele que nos traten como tontos. En Francia, por poner otro ejemplo, se ha elegido como símbolo de la República, como Marianne, a Laetitia Casta por "a una mujer que encierrra solidaridad, franqueza y tolerancia". Ya. Seguro que algún francés se lo cree de veras.
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