SIN CONCESIONES
Anunciado y previsible
Pablo A. Iglesias.-
Fue bonito mientras duró. Pero ahora, los concejales del País Vasco mirarán cada mañana bajo su coche antes de arrancar el motor, vigilarán continuamente sus espaldas y dormirán muertos de miedo cada noche como si fuera la última. ETA ha puesto fin al alto el fuego. Es terrible. Aunque también resulta lógico dentro de la sin razón de su mente. La decisión confirma lo que todo el mundo pensaba hace catorce meses. Sólo era una mentira. ETA ha jugado siempre con las reglas que más le convenían. Y hace un año, las elecciones vascas y los comicios municipales le forzaban a prometer paz.
En realidad, nunca ha existido tregua, paz o alto el fuego. Los radicales batasunos han cometido sus crímenes callejeros semana tras semana. Han amenazado, han destruido, han quemado, han destrozado. Sólo les ha faltado matar. El final del alto el fuego estaba anunciado y era previsible. Sobre todo ahora que llegan las elecciones generales. De momento, ni HB ni EH presentan su candidatura la presidencia del Gobierno. No lo harán. Esta vez, su participación en las urnas será a través de la pistola y la bomba lapa. Así de simple, así de triste. ETA recurre a la única forma de diálogo que siempre ha conocido. Tu hablas, yo asesino.
Pero la calma volverá de nuevo. La banda armada no puede atentar durante mucho tiempo. Carece de medios profesionales. Además, tampoco le conviene. En catorce meses de tregua, el Gobierno ha capturado a 30 miembros de la organización terrorista. Si recurre a las armas, no habrá vuelta a atrás. El único desenlace para los presos será pudrirse en la cárcel. Sólo pueden evitarlo los propios terroristas. Pero para eso habrá que esperar unos cuantos meses. Quizá un año. Hasta que en julio, en agosto o en septiembre -igual que en 1998- ETA declare otra tregua indefinida y, entonces sí, haga realidad el sueño de paz. Lo mismo que el IRA en Irlanda.
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