Opinión  La Semana que vivimos - Del 31 de mayo al 6 de junio de 1999 - Número 113  

- ALBERTO ESCALANTE: Los pilotos no salvarán Barajas
- JUAN EMILIO MAÍLLO: Hipocresía
- ANTONIO BURGOS: El Betis, de simpático a odioso
- ÁLVARO ABELLÁN: ¡Que viene la tele!

Los pilotos no salvarán Barajas

Alberto Escalante.- Esta semana hemos asistido, por fin, a la firma de la paz entre los pilotos de la compañía Iberia y sus jefes. Durante meses hemos vivido una situación kafkiana en nuestros aeropuertos, sobre todo en Barajas, a causa de este conflicto entre los comandantes y la principal línea aérea española. El Gobierno amenazó con aplicar graves sanciones a los pilotos si no solucionaban sus problemas con la empresa, y éstos firmaron el convenio justo horas antes de que se cumpliera el ultimátum gubernamental. Al final todos cedieron un poco y parece que los pilotos vuelven a la normalidad.
Muchos creen que con esto se soluciona el grave caos aéreo que sufre España y que se centra en Madrid. Nada más lejos de la realidad. El problema de los pilotos apenas suponía un cinco o un diez por ciento de los males de nuestro sistema aéreo. Barajas seguirá colapsada porque no tiene capacidad para acoger la cantidad de pasajeros que pasan por el aeródromo madrileño. La capacidad operativa del aeropuerto está mermada por casi todos sus flancos: desde los controladores hasta las pistas, pasando por las terminales, el personal de tierra, la futura privatización de Iberia y la incompetencia demostrada por todos los responsables de los aeropuertos españoles que parece que se han puesto de acuerdo para competir en despropósitos.
El ministro Arias Salgado debería haber dimitido hace ya tiempo, pero él no es el único. Los problemas de Barajas vienen de años atrás y durarán bastante tiempo más, con o sin el ministro de Fomento. La tan sonada tercera pista no ha servido para mejorar el tráfico de pasajeros, pues no se ha terminado aún de construir su terminal correspondiente. El segundo aeropuerto que pregonan los políticos plantea más dudas que soluciones que, al fin y al cabo, es lo que se necesita con urgencia. Madrid debe ser una referencia en Europa y para ello necesita unas instalaciones aeroportuarias a la altura de Londres, Frankfurt o París.


Hipocresía

Juan Emilio Maíllo.- El fantasma del dopaje ha aparecido de nuevo en el mundo del ciclismo, pero esta vez lo ha hecho en el cuerpo del número uno, del campeón, de quien ha vuelto a llevar el espectáculo a este deporte. Marco Pantani superó la tasa permitida por la Unión Ciclista Internacional (50%) de hematocrito. En su sangre había un 52% de glóbulos rojos, demasiados para preservar la salud de los deportistas según la opinión de la UCI. Pero quienes desean comparar este caso con el sucedido en el pasado Tour de Francia se equivocan. En aquella ocasión dos equipos, el Festina y el TVM, fueron expulsados de la competición por transportar sustancias dopantes. Aquella decisión correspondió a la policía francesa, había indicios de delito. En sus declaraciones ante la juez todos los ciclistas reconocieron que se habían dopado, todos salvo Richard Virenque, pero la policía no les perseguía por eso.
En esta ocasión, la UCI le quita la licencia a Marco Pantani. Ni siquiera le sanciona, porque no tiene argumentos para demostrar que el Pirata ha consumido eritropoyetina (EPO), la sustancia que aumenta de modo artificial el número de glóbulos rojos en la sangre. Pero él no ha sido el primero. En este mismo Giro dos corredores sufrieron el mismo castigo que Pantani el día antes de empezar la prueba. Incluso en la Vuelta a España de 1998, en Segovia, a sólo dos etapas del final, Dani Clavero y Juan Carlos Domínguez superaron la tasa permitida de hematocrito y se les retiró la licencia. Nadie entonces protesto ni alzó la voz. Sin embargo, Marco Pantani ha amenazado con retirarse del ciclismo. Pero el Pirata se equivoca por dos motivos: porque él ha aceptado las reglas del juego; y porque debe respetar a otros compañeros que pasaron por su misma situación. Los ciclistas y sus médicos juegan con la EPO. Todos tienen las mismas armas y por eso nadie dice nada. El pelotón calla porque dentro se sabe lo que hay. Pantani se ha equivocado, y debe pagar su error.


El Betis, de simpático a odioso

Antonio Burgos.- Sé que me la estoy jugando, porque, aunque bético del sector histórico o precisamente por eso, la última vez que dije lo que pensaba sobre el Betis, el dueño del club, como es el Atlante que las sostiene, me echó las peñas encima, así como a matones ex presidiarios que por teléfono me amenazaban de noche con quemarme la casa. A pesar de ello, digo que lo de menos es que se haya comprado al Lleida para que le gane al Sevilla. Aunque vaya mierda de prima, 300.000 pesetas por jugador... Lo de menos es el éxito informativo de José María García, choca esos cinco, Jóse... Lo de más es que el Betis, que era una filosofía de la vida, una esperanza frente a la derrota, la lucha por la excelencia de unos hombres buenos, y que tenía las simpatías de España entera, se está convirtiendo cada vez más en algo turbio, odioso, que se gana la general animadversión. Antes ibas por España diciendo que eras bético con la cabeza bien alta, pero ahora, cuando te saben bético, no ganas para dar explicaciones.
Como aquí nos creemos que la Monarquía la inventó Don Juan Carlos, que la democracia la inventó Suárez, que el catalanismo lo inventó Pujol, que la izquierda la inventó González y así sucesivamente, pues hay quien pasa como el inventor del Betis tras la ley de Sociedades Anónimas Deportivas, cuando el Betis, si es algo, es mito, leyenda, sentimiento. Historia. Los béticos del sector histórico, con las lágrimas de Alfonso de aquella noche, tenemos que reconocer que igual que el Barsa es más que un club, el Betis es ya algo menos que un club. Es el cortijo de uno que cree que los sentimientos también se pueden comprar y que con dinero hasta se puede recalificar la Historia.
Publicado también en EL MUNDO, Tres a Raya: 6-6-1999.

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¡Que viene la tele!

Álvaro Abellán.- Bután, el último reducto contra la televisión, ha caído. Ya no existe sobre el globo un solo país donde no lleguen las imágenes de la "caja tonta". El rey de este antiguo país, Jigme Singye, habló a sus súbditos en tono paternalista: "Estos medios pueden ser buenos o perjudiciales. Confío en que sepáis utilizar con sentido y buen juicio Internet y la televisión". Con sentido y buen juicio, la prioridad de la Bhutan Broadcasting Service (BBS), es retransmitir la liga de la NBA, una de las pasiones del monarca desde que tenía 16 años.

Como era de esperar, el éxito de la primera emisión fue desbordante. Los responsables sólo lamentaron no haber planificado la venta de espacios publicitarios, lo que les hubiera hecho ricos - ya aprenderán, ya -.

Pero lo importante no es si tuvo o no éxito. Lo fundamental es conocer cómo va a afectar la aparición de la televisión en este país, a la vera del Himalaya, con una población esencialmente agraria de 600.000 habitantes, de los cuales 6.000 son monjes budistas. Es cierto que estos hombres no pudieron ver la llegada del hombre a la luna, o "Lo que el viento se llevó", pero... ¿qué hubieran ganado con ello? ¿serían más felices? ¿será mejor la reunión frente al televisor que la tertulia en el campo?

La televisión es un medio con posibilidades interesantes. Pero también es, en parte, culpable del triunfo de la anécdota sobre la esencia, de lo efímero frente a lo permanente y de la sensación ante la razón. La televisión convierte en cotidianos y admisibles en sí mismos el sexo y la violencia. Que se lo cuenten a Clinton, entre becarias e institutos...

La tecnología puede y debe ser un medio para que el hombre crezca, pero la experiencia nos muestra que también tiene un atractivo, un vértigo, que envilece a la persona. El rey de Bután ha hecho bien en permitir la televisión en su país. Ha obrado con prudencia al advertir del peligro a los ciudadanos. Lo realmente cuestionable, es que no haya predicado con el ejemplo.

"La televisión es muy educativa, cada vez que alguien la enciende me retiro a otra habitación y leo un libro". Julius Groucho Marx.


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Última actualización: Domingo, 6 de junio de 1999